Written by 11:44 am Vivencial

Pedaleando por luz

Llano / Cineasta / Brasil

 

La luz de Amsterdam es verde amarillenta. Está en el paisaje del molino Oostzijdse de Mondriaan. Está en toda la ciudad. Debe ser el reflejo de arboles y pastos…  como ese parque aquí..

Paro en un costado de la vía, bajo y me doy el tiempo para respirar y ver.

Cuando la bicicleta se impone como un estilo de vida, se abren caminos – físicos y mentales- que nunca pensaste experimentar, y que es necesario probar para entender. Aún habiendo pedaleado por mucho tiempo.

Bajé hasta la capital holandesa para hablar de cinematografía con colegas de todo el mundo – lo que hasta ahí ya se presentaba como una gran experiencia personal– sin embargo,  el pedaleo diario hacia estos encuentros abriría mis ojos más allá del cine y la cinematografía.

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Amsterdam es una ciudad curiosa, aún no tengo claro si me encanta o simplemente es una linda postal de turista. Tiene mas bicicletas que habitantes, está más abajo que el nivel del mar, todo (o casi todo) funciona y tiene un lema “ vive y deja vivir”.

Aquí no necesitas tener una bicicleta de una marca determinada, o con componentes ultra cibernéticos, ni siquiera estar a la moda; simplemente necesitas una para transportarte y seguir dos reglas importantes: pedalea y deja la izquierda libre.

La bici de Roberta – que sería mi bici por una semana –  es negra. Dos ruedas, sin lujos, sin cambios, freno de contra pedal.  La misma que puedes arrendar por 8 Euros al día. Suficiente dinero para aprovechar otras atracciones de la ciudad.

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Las instrucciones para ser parte de la pedaleada de la ciudad son simples. “Casi todo el tiempo la bicicleta tiene preferencia. Si te encuentras con un “ceda el paso” con el ángulo hacia abajo debes dar la preferencia a los otros… si el triángulo tiene la base hacia ti.. tu tienes el paso.   Intenta, dejar la bici donde halla mas bicis… si la dejas en el lugar equivocado, el departamento de tránsito puede llevársela. Y lo más importante, diviértete”.

Con esa instrucción emprendí el vuelo y casi de inmediato la primera impresión: la calle está completamente preparada para esta aventura.. ciclovías demarcadas o separadas y con suficiente espacio para todos y; señales de tránsito apropiadas.

Niños, bolsas de compras, mochilas e incluso una tela para pintar un cuadro, son algunas de las “cargas” que en mi primera jornada cruzan mi camino. Todo el mundo pedalea. Los jóvenes y los menos jóvenes.

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En mis 40 minutos de pedaleo diario hacia o desde el EYE FilmMuseum – lugar donde se desarrollaba la reunión de cineastas-, no sólo viajé por una ciudad de un atractivo arquitectónico increíble y donde el respeto es la base de la convivencia diaria, sino que además hice un viaje en el tiempo. En mi tiempo.

Pedaleando, pude observar mi entorno y encontrarme dentro de la visualidad que por años estudié de los maestros holandeses de la luz. Pedaleando conseguí entender la forma de la luz de Rembrandt, Vermeer y Mondriaan. Estaba dentro de mi propia visualidad, dentro de la forma de la luz que intento recrear en mis trabajos cinematográficos.

La bici negra de Roberta me llevó hacia parques, plazas, bares, restaurantes, coffeshops, de día y de noche, con y sin lluvia. Sin preocupaciones. Sin atrasos.

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El último encuentro que me tenía preparado en esta visita, fue el RijksMuseum. Allí finalmente me encontré con las pinturas de mis maestros.  Quizás fue este pedaleo incesante lo que me hizo reflexionar y emocionarme ante estos trabajos.  Me permitió ver de otra forma.

En Amsterdam todo el mundo pedalea. Todo el mundo respira. No hay smog.

 

 

 

 

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Etiquetas: Last modified: julio 10, 2017
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