Por Maryon Urbina
No quería publicar nada primero porque no me gusta mucho hacer pública mi vida, pero segundo y muy importante, porque no quiero asustar a todos los que hoy se movilizan en bicicleta. Sin embargo, cambié de opinión porque luego de mucho reflexionar, y de escuchar la versión de un automovilista testigo de mi atropello que me corroboró que yo iba en total regla y el automovilista fue el que cometió toda la falta, pienso que este accidente, del cual salí muy bien parada gracias a Dios, el universo, las circunstancias y más, no puede ser en vano, y si sirve para crear algo de conciencia sobre el uso del automóvil, entonces merece ser publicado.
Estaba yo este viernes 22 de septiembre, pedaleando por la rotonda Carol Urzúa (la que conecta Escrivá de Balaguer con Luis Pasteur y Juan XXIII), en pleno día, camino a actividades que estábamos realizando en la UC para celebrar el Día Mundial Sin Autos, cuando un automovilista me embistió violentamente por mi izquierda, sin dejar ni un segundo ni centímetro para reaccionar, lo cual me arrastró y botó al suelo haciéndome caer con la mano y luego toda la cabeza y el resto del cuerpo.
Debo decir que he pasado cientos de veces por esa rotonda, la conozco y por lo mismo tomo siempre las precauciones de mirar constantemente hacia los lados y atrás de modo de asegurarme que los automovilistas me hayan visto, y andar a una velocidad nunca menos a 30 km/hr de modo de no molestar a los automóviles (si fuese una ciclista urbana menos experimentada me bajaría de la bicicleta y caminaría por los espacios peatonales naturalmente).
En esta ocasión, tomé las mismas precauciones de siempre, asegurándome que los automóviles me hubiesen visto, pero de pronto simplemente apareció un auto por la izquierda acelerando, que me empujó junto a mi bicicleta. Mi primera impresión, y de hecho la declaración que di al carabinero, fue que un auto en segunda o incluso tercera pista se había atravesado para tomar la salida más próxima, creo que al ser usuaria frecuente de bicicleta y a la vez de automóvil aunque con mucha menos frecuencia, sé reconocer maniobras que sucedan a mi alrededor, y justamente ayer sábado corroboré que mi percepción era real ya que logré contactarme con un testigo (el automovilista que iba manejando por mi pista justo detrás de mí y pudo ver todo el accidente) que me dijo que el automóvil que me atropelló venía en tercera fila (yo estaba en la primera), no señalizó y repentinamente solo se atravesó atropellándome fuertemente.
Es paradójico que esto haya sucedido el viernes, en el Día Mundial Sin Autos, y no sólo por la efeméride, sino porque ese mismo día estuve toda la mañana en actividades relacionadas. Partí a las 6.30 AM desde la casa del Rector de la UC, con el mismo Rector, el Vicerrector Académico, miembros de la Dirección de Sustentabilidad y alumnos voluntarios del Taller de Bicicletas de la UC, pedaleando rumbo a Casa Central, con el objetivo de celebrar el día y crear conciencia sobre la forma en que nos movilizamos.
Luego de eso, junto a la Coordinación Ciudadana para el Día Mundial Sin Autos que reúne a más de 60 organizaciones, pedaleamos hacia La Moneda a entregar una carta que busca crear conciencia, solicitar urgencia a la aprobación del Proyecto de Ley de Convivencia Vial (que a todo esto reduce máximas velocidades de circulación) e instaurar el Día Mundial Sin Autos. Por otro lado, el la universidad, yo misma estuve toda la semana coordinando y organizando las actividades de la Semana de la Movilidad Sustentable… entonces estando tan involucrada en la temática, no puede dejar de sorprenderme lo irónico que resulta esta situación.
El viernes no lograba entender, cómo es posible que esto me hubiese pasado siendo que yo estaba respetando las normas del tránsito, usando todos los elementos de seguridad necesarios, y con el espíritu lleno de esperanza de poder seguir construyendo ciudades más justas para las personas. Pensé todo el día que quizá esto era una señal de la vida, quizá para que no ande más en bicicleta, quizá para que me cambie a trabajar en otros temas, o quizá para qué no siga fomentando el uso de la bici. Pero luego de tanta reflexión, luego de escuchar la versión del testigo y asegurarme de no haber tenido nada de culpa, y luego de recordar la lucha que llevo años dando en el movimiento ciclista, me dí cuenta que estaba focalizando mal lo sucedido.
Muchos me han dicho “viste, yo te dije que era peligroso andar en bicicleta”, “ve que es porfiada, si yo le he dicho que mejor ande en auto”, “pero si te estás exponiendo al andar en bicicleta”, “yo te dije que esto iba a pasar algún día”… y así varios más. Obviamente al principio me sentía mal, pero ahora me doy cuenta que no tienen razón, porque la verdad y lo justo es que todos tenemos derecho a moveros por la ciudad, la bicicleta es por ley un vehículo y tiene derecho y obligación de circular por la calle. Yo tengo la suerte de poder elegir la bicicleta a diario y desde hace casi 8 años como mi modo de transporte, podría movilizarme en transporte público o auto todos los días si quisiera, pero muchas personas toman la bicicleta como modo de transportarse porque es la única forma que tienen, y no es justo que estemos expuestos a accidentes que podrían tener consecuencias muy graves e incluso fatales por el hecho de que existan otras personas que conducen de forma descuidada. Todos, quienes nos movilizamos en bicicleta a diario tenemos el derecho a transitar seguros por las calles.
Ahora bien, ¿qué saco en limpio de todo lo sucedido? Creo que existe una fuerte necesidad de crear conciencia respecto de la responsabilidad que implica conducir un automóvil. Los automóviles son muy útiles para muchas situaciones como viajes de larga distancia, personas con discapacidad, personas que tienen mala o nula conexión con transporte público o para quienes tienen por ejemplo movilidad reducida, entre otros casos.
Es verdad que lamentablemente hoy el transporte público no es de una calidad que compita con el automóvil particular, y confío en que el país siga avanzando para revertir esta situación. Pero más allá de las externalidades negativas (como contaminación, impactos en salud, uso del espacio público, contaminación acústica, etc) que genera el automóvil, me parece relevante hablar de quien conduce el automóvil: un ser humano, una persona como todos nosotros. Y en el fondo, lo que más me preocupa es el comportamiento y el “espíritu” del conductor del automóvil. Hoy en día es bastante fácil obtener una licencia de conducir y ello hace que en las calles tengamos gente con poca experiencia y/o habilidades al volante; pero adicional a esto, me preocupa en demasía el “espíritu” de los conductores.
Con “espíritu” me refiero a esta actitud de prepotencia que muchos tienen, al sentirse dueños de la calle, o muy importantes cuando van arriba de un auto, a la poca humildad de reconocer que estás conduciendo una masa de muchos kilos, que en velocidad son capaz de matar a alguien. Me parece que estamos siendo poco humildes, al no reconocer que como humanos somos seres imperfectos, y por lo mismo desde el momento en que nos subimos al automóvil debemos tener una precaución extrema por la responsabilidad que significa.
Alrededor de 2.200 personas mueren todos los años en Chile por accidentes de tránsito, y es un número que tenemos tan naturalizado que me da un espanto horroroso. No esperemos que sea un familiar o amigo cercano quien muera para tomar conciencia sobre la responsabilidad que implica conducir. Espero que esto sirva al menos para remover alguna conciencia y que podamos avanzar para seguir construyendo ciudades más sustentables y justas, donde todos tengamos derecho a movernos de la forma que queramos.