Por Michelle Raposo
En el corazón de Monte Águila, un pequeño pueblo cercano al Salto del Laja, nació Koncleta, una organización que surge del sueño de dos cicloviajeros apasionados: Adrián Rojas Vargas, colombiano de 27 años, y Vialix González, técnica en enfermería de 43 años.
La historia comenzó cuando Adrián llegó a Chile después de un viaje épico de 10.000 kilómetros desde Colombia, tras 18 meses de aventuras. Traía consigo no solo experiencias y conocimientos ciclistas, sino también un pasado que le mostró el lado más duro de la calle y el uso de las drogas. Pero la bicicleta le había mostrado un camino diferente.
Al conocer a Vialix, ambos compartieron una visión: transformar su comunidad a través del ciclismo. Observaron un pueblo donde la bicicleta era vista principalmente como un medio para competencias deportivas, pero no como una herramienta de encuentro familiar y educación.

“Nos dimos cuenta que no existía ningún grupo donde la gente se reuniera como para salir, y vimos también que anda mucha gente en bicicleta, y muchas bicicletas en mal estado en las calles. Y nos decíamos, algo falta acá, tenemos que hacer algo en base a nuestros conocimientos. Adrián es mecánico de bicicletas, yo soy técnico en enfermería y conozco un poco la zona”, cuenta Vialix. Para hacerse una idea, el taller mecánico más cercano está a unos seis kilómetros.
Con toda la motivación del mundo, Adrián partió con talleres de los arreglos básicos de la bici. Por su parte Vialix, comenzó a profundizar en sus conocimientos de convivencia vial y seguridad para enseñarles al resto.
Su primer gran desafío fue organizar su primera cicletada. Enfrentaron burocracias locales, permisos complicados y el escepticismo de los habitantes. “Nos dimos cuenta en el camino de que era súper difícil. Había casi que pedirle permiso al caballero de la esquina que vende diarios. Empezamos a ver protocolos, qué permiso había que pedir y con cuánta antelación”.

Finalmente llegó el día de la cicletada. “No te mentiré, estábamos muy nerviosos”, dice Valix. Para su sorpresa, no solo llegaron algunos, sino decenas de personas. Familias enteras, niños, adultos mayores – todos unidos por dos ruedas y un propósito común. Entre medio también le pidieron ayuda a unos cicloviajeros que hacían contenido, que los ayudaran a grabar la actividad.
“No sabíamos si realmente iba a llegar gente. Acá pasa mucho que la gente es más vergonzosa, son de observar quienes están haciendo las cosas. La primera bicicleta que llegó fue la de una niñita. A las 10 había como tres personas, y con Adrían decíamos la hacemos igual, y tipo 10.20 ya apareció gente de todos lados”.
Koncleta se ha transformado así, no solo en un grupo de ciclismo, sino un movimiento que busca sacar a la gente de sus rutinas, mostrarles un mundo más allá de los celulares y la competencia. Querían crear comunidad, dar esperanza a jóvenes en riesgo, y demostrar que en los pequeños pueblos también pueden surgir grandes iniciativas.

Para la próxima cicletada el destino es ir al bosque en familia. “Acá nosotros igual tenemos hartas forestales. Igual uno ve el punto malo en las forestales, sabemos que son monocultivos, pero también queremos dar otro uso, llevar a las familias, enseñarles cómo hidratarse, estiramiento, dónde dejar la basura, entre otras cosas. Por mi parte además quiero dar talleres de salud, que la gente sepa cómo reaccionar ante una accidente en bicicleta, qué hacer si se cae. También pensamos un taller para mujeres para movilizarnos cuando andamos en nuestro periodo”, cuenta Vialix.
La idea, dice Adrián, “es hacer salidas más seguido, para darles a los jóvenes algo que hacer, invitarlos al deporte. De acá mismo pueden salir chiquillos que después van a competir. Que salgan de a poco, y primeramente guiarlos sobre la bicicleta y sus responsabilidades”. Desde un punto más técnico, lo han invitado de la oficina de la mujer para que dictara talleres de mecánica a las mujeres. “Muchas veces me pasa que me traen bicicletas muy mal abandonadas. De pronto, puede que no tengan la gran bicicleta, la más cara, pero dándole el servicio adecuado nos va a durar mucho tiempo, vamos a quedar más enamorados de ella también”.
La visión de Koncleta va más allá: descentralizar el ciclismo, mostrar que no solo las grandes ciudades pueden tener comunidades activas. Sueñan con recorrer los hermosos paisajes cercanos – el Salto del Laja, el Salto Itata – y convertir el ciclismo en una experiencia transformadora.

“Nos pasó que nos decían que estas cosas las veían en la tele o en las grandes ciudades. Y nosotros les decimos que ese es el objetivo que tenemos, que vean que también tenemos calles, tenemos vehículos, tenemos que reparar nuestra bicicleta, tenemos gente con depresión. Igual que en las grandes ciudades tenemos gente con obesidad, tenemos niños que pasan todo el día encerrados con los celulares. Mamás que a veces no pueden salir porque tienen un niño chico, a lo mejor lo pueden subir en la bicicleta y reunirse con más personas”, comenta Vialix.
Koncleta más que una organización, es también un símbolo de esperanza, resiliencia y el poder de dos personas decididas a cambiar su mundo, un pedaleo a la vez.