Dos mujeres parten de Valdivia a Latinoamérica juntando su amor por los cicloviajes y la educación. La meta, más que el recorrido, es entregar más voces a los niños en localidades rurales.
Por Michelle Raposo
Para muchos el 1 de mayo fue un día de descanso o de conmemorar el Día del Trabajador, pero para Javiera Andrade y Maritza Burgos es el puntapié -con una cicletada en Valdivia- de “Pedaleando por un Cuento”, iniciativa que busca unir a la experiencia de vida de niños de escuelas rurales en Latinoamérica, a través de la bicicleta y la magia de los cuentos.
Ese mismo día, ambas mujeres comienzan con este proyecto de cuatro años, que las tendrá recorriendo Chile y el resto de América Latina, subiendo por el Atlántico, hasta llegar a México para luego bajar por el Pacífico, uniendo por un lado su amor por el ciclo viaje, y por otro, su vocación de educadoras.
El equipamiento es el mínimo -cuatro alforjas y una mochila en la parrilla- donde va la ropa mínima, carpa, sacos de dormir, cocinas, ollas, y lo más importante, 12 libros de cuentos infantiles. “La idea es en el camino ir cambiándolo con las escuelas y bibliotecas, porque si no, no van a durar los cuatro años”, cuenta Javiera.
Fue en este mismo ambiente, sureño y educativo, que ambas se conocieron. “Yo había trabajado antes en cuenta cuentos y Maritza en educación ambiental, y poco a poco fuimos uniendo los puntos y se formó este proyecto en el que queremos hacer un espacio lúdico en el cual pudiésemos cantar, jugar, contar cuentos y hacer en el fondo un espacio de fomento lector”, cuenta Javiera quien también es psicóloga y estudió pedagogía Waldorf.
La idea no partió, eso sí, de algo teórico, sino de un cicloviaje que hicieron por la Carretera Austral en 2017, realizando la misma actividad. “Ahí nos dimos cuenta que no era suficiente. Los profesores nos pedían más, los niños nos pedían que nos quedáramos, y también nosotras quedamos con ese gusto que se podía profundizar mucho más en la experiencia”.
Fue en ese momento que surgió la idea de hacer un taller de creación literaria “en el cual los niños vayan soltando la mano, pero que también nos vayan contando en un cuento grupal, cómo es su pueblo y cómo se vive la ruralidad en Latinoamérica, desde la voz de los niños y desde la fantasía de ellos”.
Escuchar nuevas voces
Si bien pueden ser muchas las necesidades que las personas que viven en zonas rurales y apartadas tienen, algo que descubrieron Javiera y Martiza hablando con los profesores “es que se necesitan muchas más voces, porque no quieren ser la única voz para sus niños”.
Es ahí donde los talleres toman su importancia. “Llevar cuentos de otros niños, que les cuenten a ellos cómo es la vida en otras partes, y a través de la bicicleta que es un medio tan alcanzable. Ya es increíble que alguien haya llegado a su pueblo en bicicleta y no en un auto o camioneta. Eso es ya romper un poco los esquemas para los niños”, cuenta Javiera.
En ese sentido, “más que lo que falta, es el potencial que tiene la ruralidad. Pasó una vez que llegó una abuelita con su nieta, que nos habían escuchado en la radio y caminaron no sé cuánto rato para simplemente encontrarse con nosotros. Hay un potencial inmenso en la ruralidad que no está siendo tomado en cuenta”, analiza la educadora.
Aprovechando las redes
Para recorrer toda América Latina se necesita una buena parte de logística y una base económica. “Hemos invertido mucho en material de registro, cámaras, computadores, el material de la bicicleta en sí, la ropa”.
Como dice el refrán, a veces es mejor tener amigos que tener dinero. “Hemos empezado a mover muchas redes. Hemos postulado a Fondart, luego también a auspicios de empresas outdoor, pero no nos fue muy bien y nos fuimos dando cuenta que lo mejor era mover los contactos. Mucha gente nos está apoyando y tiene una muy buena aceptación el proyecto en general”.
“Por otra parte, están los mismos profesores rurales que tienen contacto entre sí, porque hacen muchas capacitaciones juntos. La idea es que si nos quedamos en una escuela en Puerto Fuy, este le avise al próximo profe y así”.
Entre los que han creído en el proyecto está la Universidad Austral, a través en el departamento de Educación Física, que está apoyando económicamente. También se consiguieron otra donación de un GPS prestado a largo plazo. También se pueden hacer donaciones -dese los 3 mil a los 15 mil pesos u otra monto que se quiera- a través de la página web del proyecto https://www.pedaleandouncuento.org
“La idea es disminuir al máximo los gastos. No queremos cobrarles a las escuelas. Lo que sí queremos realizar son trueques, como dormir en el lugar o alimentarnos en el lugar. Principalmente queremos hacer muchos registros y compartir todo lo que estamos haciendo para que siga generando ingresos”, concluye Javiera.