La arquitecta y biciactivista integrante del Colectivo Pedalea Autonomía aborda su historia ligada a la bicicleta en el norte del país.
Por Myriam Salazar
Fotos: Gentileza Carolina Toro
Soy chuquicamatina. Viví mi infancia en Calama durante los años noventa, hasta que me mudé a Antofagasta en 2004 para ingresar a la universidad. Estudié arquitectura, y fue ahí donde nació mi interés por la fotografía y por comprender la ciudad como un espacio vivo. Desde entonces he continuado viviendo en Antofagasta, desarrollando distintos trabajos que me han permitido mantener activa esa inquietud por observar, registrar y pensar críticamente los procesos urbanos.
¿Cómo aprendiste a pedalear y en qué contexto se dio ese aprendizaje?
Aprendí a andar en bicicleta cuando era pequeña, alrededor de los 8 años, con mi primera bicicleta que llegó como regalo de Navidad. En Calama vivía en un conjunto de bloques de ladrillos de cuatro pisos, en un barrio obrero compuesto mayoritariamente por familias de trabajadores de Codelco. Ahí había un patio común donde pasábamos horas jugando con mis vecinos y vecinas, sobre todo en vacaciones. Fue en ese espacio donde aprendí a pedalear, acompañada de mi hermana mayor, mi hermano pequeño y otras niñas del barrio.

“Mi bicicleta era similar a las “CIC”, aunque también recuerdo con cariño una bicicleta pistera rosada de una prima mayor, que me encantaba usar, aunque me quedara grande y apenas alcanzaba los pedales. Pedaleaba en la calle que rodeaba una plaza frente a la casa de mi tía, en la Villa Exótica, en Calama. Visitábamos seguido a mi abuela que vivía allí, y ese era mi panorama favorito. Eran otros tiempos, donde las calles no estaban llenas de autos y las niñas podíamos tomarnos ese espacio con libertad y seguridad. Más grande, nos regalaron a mi hermano y a mí unas mountain bikes, y con esas comenzamos a explorar distancias más largas, aunque sin contarle a mi mamá porque no nos habría dejado salir”.
Actualmente Carolina se dedica a la docencia universitaria. “Trabajo como profesora en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte, donde enseño historia y crítica de la arquitectura. También coordinando un proyecto de educación patrimonial enfocado en infancias, que se llama Recuento: Historias del Desierto”.

¿Cómo describes la movilidad en tu ciudad?
La movilidad en Antofagasta nunca ha estado realmente planificada. El transporte público está en manos de empresarios privados que operan con recorridos poco eficientes y con escasa supervisión sobre las condiciones laborales de los choferes, quienes muchas veces enfrentan contratos precarios. Esto genera un servicio deficiente que empuja a las personas a optar por el auto particular, lo que termina colapsando la ciudad. Por otro lado, las autoridades locales no han hecho esfuerzos reales por mejorar esta situación. No hay una visión de futuro respecto a la movilidad, y se sigue promoviendo un modelo de ciudad obsoleto, centrado en el automóvil, sin considerar alternativas sostenibles ni equitativas. Antofagasta está muy por debajo del promedio nacional en kilómetros de ciclovías, lo que dificulta e incluso pone en riesgo a quienes optamos por movernos en bicicleta. Usar la calle en bici es inseguro, y no se están generando las condiciones mínimas para cambiar eso.
Carolina es parte del Colectivo Pedalea Autonomía, el cual a su vez integra la Mesa Nacional Ciclista.

“Nos vinculamos al Colectivo Pedalea Autonomía desde el trabajo, ya que varias personas del equipo éramos colegas. En este espacio laboral comenzamos impulsando algunas iniciativas vinculadas a la bicicleta desde el ámbito privado. Sin embargo, con el tiempo entendimos que más allá de implementar proyectos, lo que nos interesaba era fomentar la bici cultura, algo que no existía en ese entonces, cuando recién se habían construido los primeros 10 km de ciclovías en la ciudad. Nuestra labor ha sido articular ideas, prácticas y encuentros que visibilicen el rol de la bicicleta como una herramienta de transformación urbana y social”.
En octubre será el Foro Nacional de la Bicicleta en Valparaíso, ¿qué relevancia le ves a una instancia como esta?
Instancias como el Foro Nacional de la Bicicleta son fundamentales para articular experiencias desde distintos territorios y visibilizar las luchas locales por una movilidad más justa. En ciudades como Antofagasta, donde los esfuerzos suelen quedar aislados o invisibilizados, estos espacios permiten compartir aprendizajes, fortalecer redes y dar continuidad a las luchas por el derecho a la ciudad desde la perspectiva del biciactivismo.

En tu rol como biciactivista, ¿cómo sueñas la movilidad de tu ciudad?
Sueño con una ciudad donde las personas vuelvan a tomarse las calles, donde las infancias puedan jugar, compartir y desplazarse con seguridad por sus barrios o colegios. Me gustaría que Antofagasta fuera un lugar más amable para todos y todas, donde moverse no signifique sortear obstáculos todo el tiempo. Hoy en día, la ciudad no está pensada para las infancias, ni para personas mayores o con movilidad reducida. Anhelo una ciudad a escala humana, que comprenda que la calle debe ser un espacio verdaderamente democrático y compartido, donde podamos movernos de distintas formas, ya sea caminando, en bici o en transporte público, de manera equitativa y segura.