Por Daniela Suau Contreras
Periodista, activista movilidad sustentable y feminista.
Considerando todos los cambios radicales que hemos vivido los últimos meses, ¿cómo serán nuestras vidas y hábitos una vez que pase la crisis sanitaria?, ¿el paradigma de movilidad como lo conocíamos se mantendrá?, ¿modificaremos hábitos sociales como el uso del transporte colectivo?
Mucho hemos escuchado sobre que nada será igual después de la pandemia pero, ¿cómo será la movilidad? Anticipándose a un escenario que desconocemos, son muchas las ciudades a nivel global que se están volviendo hacia la bicicleta, pensando en favorecer la movilidad actual y futura de las personas, así como los beneficios que brinda este medio, como mantener el tan necesario distanciamiento social.
Bogotá, Ciudad de México, Vancouver, Berlín, Budapest y Milán, son algunas de las ciudades que están dando vida a ciclovías provisionales como respuesta al caos provocado por el coronavirus pero, por qué o mejor dicho para qué.
Los carriles emergentes para bicicletas son una opción atractiva para nuevos usuarios de poder desplazarse en un medio que permite hacer viajes de manera segura pero, más importante aún, porque pueden ayudar a descongestionar el transporte público, evitando aglomeraciones de personas, lo que reduce la propagación del virus y, por tanto, beneficia a todos.
Además de los 35 km de ciclovías temporales ya implementados en la capital colombiana, como respuesta a la crisis global, la Secretaría de Movilidad de Bogotá anunció el viernes pasado que se sumarán 45 km más, completando 80 km en la ciudad.
Conversamos con Andrea María Navarrete, ciclista urbana que actualmente trabaja en la Secretaría Distrital de la Mujer en Bogotá, quien destaca que la bicicleta está siendo protagónica en esta pandemia gracias a su capacidad de resiliencia en el contexto de la movilidad urbana, permitiendo mitigar el contagio por contacto al ser un vehículo de uso individual y también mantener la distancia entre ciclistas. Y, desde esa mirada, asegura que “es clave brindarle seguridad a las y los ciclistas con cicloinfraestructura, así como con ciclovías seguras. Lo importante es que todas las personas que puedan usar la bici, lo hagan”.
Asimismo, la activista agrega otro factor esencial y es que las ciclovías temporales deben estar bien conectadas, garantizando la seguridad, porque esto promueve aún más la decisión personal de optar por una bicicleta. En este sentido, afirma que “lo interesante es que todo ha sido posible gracias a la voluntad política del actual gobierno, en cabeza de Claudia López, alcaldesa de Bogotá”.
Y Chile, ¿cuándo?
Pareciera ser la pregunta de siempre. Hablamos con Ariel López, Ingeniero en Transporte, Magíster (c) en Urbanismo y con Tomás Echiburú, Arquitecto urbanista y Concejal por Providencia; ambos coinciden con que se trata de voluntad.
Para implementar ciclovías temporales en las calles de Santiago, bastaría con que fuese una decisión municipal, en el caso de vías donde no circulan buses de transporte público y, de lo contrario, contar con autorización del Ministerio de Transportes (MTT). Sin embargo, de haber voluntad, si el MTT propusiese esta iniciativa de carácter global a los municipios, entre ambos podrían implementar una red de ciclovías provisionales que fuese en beneficio de quienes deben movilizarse en tiempos de pandemia.
Y es que este tipo de infraestructura no solamente ayuda a nuevos usuarios que puedan optar por movilizarse en bicicleta. Como explica Ariel López: “Santiago es una ciudad bastante extendida, con 6 millones de habitantes y viajes diarios que alcanzan hasta los 12-15 km, sin embargo, la mitad del total de viajes en un día son menores a 5 km. Eso significa que hay un segmento que puede optar a hacer viajes en bicicleta”. Por lo tanto, si se logra bajar a un porcentaje de personas del transporte público, disminuye la densidad de pasajeros, lo que mejora la seguridad de aquellos que hacen viajes más largos o que no pueden sumarse a un medio como la bicicleta.
Para Tomás Echiburú, “una medida así puede ser muy costoefectiva, de rápida y fácil implementación, lo que podría ser un impulso importante a la movilidad activa y un desincentivo al auto particular al mismo tiempo. Una vez más, lo que falta es voluntad y convicción desde el gobierno”, asegura el Concejal.
Durante el contexto del estallido social en Chile, Echiburú cuenta que en diciembre de 2019, desde CEDEUS, donde se desempeña como investigador, presentaron la propuesta de implementar ‘ejes socioambientales’: “En la práctica, implica restringir la circulación vehicular en horas punta (ahora quizás todo el día) y destinar esos ejes exclusivamente a transporte público y modos activos. Propusimos 8 ejes, que creo son los más relevantes dados los patrones de viaje en Santiago: 1)Alameda / Providencia /Apoquindo, 2) Bilbao, 3) Gran Avenida / San Diego, 4) Los Leones / Macul / La Florida, 5) Los Conquistadores / Bellavista, 6) Santa Rosa, 7) Recoleta y 8) San Pablo”.
Desde la llegada de la pandemia, el flujo vehicular ha caído en un 80% y las calles están más vacías, sin embargo, López afirma que el nivel de siniestrabilidad y mortalidad ha aumentado a causa de que los pocos usuarios de autos circulan a velocidades excesivas y sobre la máxima legal, exponiendo a los usuarios de ciclos. Es por esto que las ciclovías de emergencia son más que necesarias y, a su juicio, “los ejes que se deberían ocupar para ciclovías temporales son los troncales como Vicuña Mackenna, Alameda, Providencia y Apoquindo. Todas aquellas vías que tienen concentración de buses, deberían permitir bicicletas”. Incluso, asegura que hay medidas más simples que demarcar vías temporales, como podría ser decretar que en aquellas calles que tengan más de dos pistas unidireccionales, la pista derecha quede exclusivamente para circulación de ciclos.
Echiburú recalca que la habilitación de ciclovías también puede “promover el uso de la bicicleta por sobre el automóvil, permitiendo que la gente haga actividad física en sus trayectos diarios, tener el aire más limpio en un invierno que será duro en los hospitales y seguir avanzando hacia una movilidad sostenible que nos haga resilientes ante las crisis futuras, porque hoy es el Covid pero no podemos olvidar que la amenaza del cambio climático sigue ahí, y nos adaptamos o morimos”.
La fábula del coronavirus y su moraleja
Respecto a la movilidad como la conocíamos hasta la fecha, desde Bogotá Andrea nos dice que: “La utopía me lleva a pensar que sí cambiará la forma de movernos en la ciudad, de habitar los territorios y acostumbrarnos a nuevos hábitos y dinámicas sociales más amigables con el planeta y la vida, deseando por supuesto la disminución de la producción y consumo de carros. La distopía me conduce a pensar que todo va a terminar muy mal y que las amenazas latentes del calentamiento global, la contaminación del aire, la siniestralidad vial y, sea de paso mencionado, el machismo, otra “pandemia”, harán que la experiencia de vivir este planeta sea una verdadera agonía”.
Para Tomás Echiburú es incierto: “Desde una mirada optimista, creo que esto debiese ser un impulso para que más gente se suba la bicicleta –aunque lo ideal sería que se bajaran del auto y no del transporte público- pero si eso no es promovido por las autoridades, con liderazgo y decisión, es dificil esperar mucho. Quizás un factor que influya en que la bicicleta pueda posicionarse como opción atractiva, por sobre el auto, es la crisis económica que se avecina tras la pandemia”.
Desde la mirada de Ariel López, el gran desafío futuro es cómo integraremos la bicicleta, lo que tiene que ver con un problema no resuelto asociado a que la congestión dentro de las ciudades cada vez es peor, porque cada vez hay menos espacio para transitar o hacer vida en el espacio público. “Los autos ya existentes en las calles generan más del 90% de la contaminación del transporte en la ciudad, entonces si aumenta la cantidad de autos, también lo hará la contaminación y las enfermedades asociadas, cuyas muertes ni siquiera son consideradas como una pandemia, sino como parte del ‘desarrollo’”.
Desde su mirada, la única manera de romper esta espiral de deterioro es mejorar las condiciones para el desplazamiento de personas en bicicleta y de caminata, con veredas más anchas para que las personas puedan caminar más distantes. “La congestión es como el colesterol, satura las venas de la ciudad, mientras la bicicleta es inmune a este problema. Es el modo más resiliente a nivel de congestión, en condiciones de catástrofe natural y en tiempos de pandemia. La bicicleta es el modo de transporte más primitivo de la edad moderna pero también el del futuro”.