Por Catalina Le-bert
Fotos Myriam Salazar
Claudio Caiozzi, conocido bajo el apodo de Caiozzama, no recuerda cuando tuvo su primera bicicleta. Lo que no ha olvidado, es que todos sus amigos de niñez tenían una. “A mi me regalaron una bici cuando era súper chico, ni siquiera me acuerdo la edad que tenía, te diría que, desde los 5 años y fue algo que ocupé mucho. Yo tuve suerte quizá, porque crecí en un condominio en Tomás Moro que era muy cerrado, entre la Rotonda Atenas y Apoquindo”.
El lugar, una “especie de Guantánamo cerrado” como relata Claudio, no les permitía salir, pero al mismo tiempo, les entregó una libertad extraordinaria, con padres despreocupados porque tenían la certeza de que sus hijos no corrían peligro tras esas rejas. “Tenía mucho patio, todo era muy verde. Además, teníamos la parte de los estacionamientos para jugar y con mis amigos hacíamos obstáculos, hacíamos carreras, por ejemplo, dar tres vueltas a la torre grande. Mi infancia fue un lujo. Lo pasamos chancho, fue demasiado entretenido. Yo creo que todo lo que soy ahora es por lo bien que lo pasé cuando chico”, afirma el artista que desde hace 5 años comenzó a ocupar distintas murallas de la capital como lienzo de sus obras.
Claudio describe su actual bicicleta como una “muy particular”, con la cual se reencontró después de una larga separación y cuyos beneficios radican en la salud, así como en ahorro. “Me la regaló mi viejo y es mi medio de transporte. Él la encontró en una venta de garaje, es hechiza en el sentido que la armó el dueño anterior. No es muy bonita, por ende, no está el peligro de que te la roben. Por una cosa estética, la última que se llevarían es la mía. Hoy en día la ocupo un montón, prácticamente todos los días para ir a trabajar. Tengo todas mis cosas, casco, luces, ando completamente legal”, aclara. Y es que antes, Claudio se desplazaba en moto, sin licencia de conducir, hasta el día en que lo descubrieron. “Me la quitaron los pacos, con justa razón. Era algo que tenía que suceder. Cuando pasó eso, pensé en comprarme otra moto. Pero dije, le voy a dar una oportunidad a la bici que tenía media tirada. Enganchamos súper bien, nos reencontramos”.
Esos encuentros y desencuentros se repitieron. Caiozzi estudió fotografía periodística y trabajó durante dos años en el diario El Mercurio. El 2010, decidió abandonar Chile para emprender un viaje que duraría 4 años. Vivió en Inglaterra, República Dominicana y China. Recorrió Europa, Centroamérica y Asia. “Durante esos años que estuve viajando, le regalé la bicicleta a una prima. Por esas casualidades de la vida, mi prima se cambió de departamento y ya no quiso la bici. Yo siempre como que me arrepentí un poco de habérsela regalado, pero me llegó de vuelta, entonces nos volvimos a reencontrar.”.
Arte callejero
Uno de los lugares recurrentes usado por Claudio para plasmar su obra ha sido el centro de Santiago. Allí, uno puede toparse con Gary Medel sobre un dinosaurio, con Hans Solo y una guitarra eléctrica que cuelga de sus manos o con el protagonista de la serie “The Walking Dead”
apuntando con su pistola a quien se le cruce en el camino. Para apreciar estas piezas, eso si, hay una sola exigencia: no ir en auto. “Mi arte es para el que va en bici, para el que va caminando, no para el que va en auto, porque simplemente no lo ve. Ellos pasan rápido, no pueden detenerse a observar porque dependen de que la calle esté despejada y si hay taco están fritos. Uno no es muy libre arriba de un auto, en cambio, en bicicleta pasa todo lo contrario. Y es muy divertido porque también me ha pasado que hay gente que pone la bicicleta al lado de una de mis obras y saca la foto. Es bien choro lo que pasa en la calle cuando la gente se toma el tiempo para mirar”.
– ¿Cómo se construyen tus obras?
La idea es lo primero. Luego, digitalmente, empiezo a tratar de hacerla real entre comillas. Estoy ahí un montón de rato, viendo, colocando cosas, sacando otras, hasta que quedo conforme y siento que funciona, siento que se entiende. La idea es que cualquier persona entienda el mensaje y que se entienda de forma fácil. Después de eso, pienso en el tamaño en que lo quiero hacer. Generalmente, si es una persona la hago de tamaño real. Y con todo eso, hago algo como un rompecabezas que después se imprime y se recorta. Luego, lo armo todo en mi casa, en el suelo. Enumero todas las piezas y una vez que estoy listo, me voy a la calle, y empiezo a hacer el puzzle. Con cola fría, con agua y sería. Así de fácil.
Claudio descubrió la técnica del stencil en París. Sus primeros pasos fueron como hobby. Hoy en cambio, se dedica “al cien por ciento”. “Cuando descubrí la técnica me encantó. Me gustó la idea de poder incorporar la fotografía, en la calle y con papel. Yo dibujo pésimo. Entonces el papel es una herramienta para personas como yo, que nunca se atrevieron a hacer nada en la calle porque no sabía dibujar.
La obra de Caiozzi pretende informar, dar un punto de vista subjetivo, muy personal, que en algunos casos divierta, y en otros, revele su descontento. Finalmente, pero no menos importante, que genere en el que está en la calle algún tipo de reacción. “Yo creo que es importante hacer crítica con el arte callejero – con todo tipo de arte en realidad – porque siento que todos tenemos cosas que decir. Este mundo está muy desordenado, muy injusto. Sobre todo este país. Creo que el arte es una súper buena manera de enseñarle a la gente que de repente no sabe ciertas cosas. Para mi, el arte callejero es como la voz que tienen los que no tienen voz”.
– ¿Qué te parece la Ley de Convivencia Vial?
Me parece buena en ciertos puntos y pésima en otros. Creo que es una ley muy elitista, ya que funciona perfecto en comunas como Vitacura, Providencia o Santiago Centro que tienen el equipamiento para una ley así. Pero si tú te vas a otra comuna, sobre todo más periféricas donde no hay nada, donde las calles están pa’ la cagá, donde no hay ciclovías, te tienes que meter a la calle. A mi me pasan rozando siempre con los espejos. Entonces encuentro que es un peligro haber metido a los ciclistas a la calle, siendo que no están las condiciones para que una ley así funcione. Si estuvieran todas con ciclovías, bien hechas, si todo fuera como en Av. Ricardo Lyon, como en Pocuro, o sea, increíble la ley. Pero no es así. Entonces es un peligro de ley.