Por Lukas Toledo
Este taller es un espacio que promueve la colaboración para el arreglo de bicicletas, el proyecto nace en octubre del año pasado, el cual consiste en un container ubicado dentro del Campus San Joaquín de la Universidad Católica. La idea surge desde las oficinas de la universidad, en particular por parte del sector de sustentabilidad. El propósito de esta iniciativa es enseñar a los usuarios a arreglar sus bicicletas con la ayuda de los voluntarios participantes, ya sea con indicaciones o tomando acción en el arreglo.
La naturaleza colaborativa del taller llama a la inclusión de voluntarios, que quieran aprender o que ya manejen técnicas para la reparación, tanto es así que desde el inicio el equipo de trabajo ha pasado por un recambio completo. El actual grupo está compuesto por aproximadamente 10 estudiantes de las diversas carreras impartidas en el campus.
El tamaño de la universidad, la cantidad de estudiantes y la existencia de ciclovías dentro del complejo universitario, genera el ambiente idóneo para el surgimiento de este tipo de proyectos. La cantidad de estudiantes que usan la bicicleta como medio de transporte va en alza y a su vez los problemas cotidianos. En conversación con Geraldo Olmos nos asegura “la mayoría de las veces llegan pinchazos o problemas en los frenos, cosas simples, pero también nos han llegado temas más complicados como enrayados y problemas en el motor”.
Gerardo es un estudiante de ingeniería civil en computación, pero a su vez es el encargado de mecánica de El Container, sus inicios en el mundo de dos ruedas fueron hace 7 años en Antofagasta haciendo descenso, por la naturaleza de esta disciplina fue aprendiendo como reparar su bicicleta. Por motivos de estudio tuvo que venir a Santiago, particularmente en el sector de Manquehue. “Cuando llegué me venía en metro, era buena opción pero las horas punta y el tiempo me hicieron buscar otras alternativas y la bici fue mi camino, ahora me demoro menos y además tengo todos los beneficios que entrega el hacer ejercicio de manera habitual, siempre consideré la bici como algo entretenido y sigo con esa visión lo mejor es sentir que uno viene jugando a la u o al trabajo”.
¿Cómo se financia este proyecto?
La idea vino directo de la universidad, así que en un principio fue el aporte directo desde la misma universidad. Ahora nos mantenemos con fondos, porque entramos en el presupuesto de la DAE (Dirección de Asuntos Estudiantiles). También por las características del taller nos apoyamos en aportes voluntarios de las personas que usan el servicio que entregamos, ya sean partes de bicis, parches o aportes monetarios.
¿Cuál es el método de funcionamiento del taller?
Semanalmente designamos los horarios entre todos, pero por lo general es desde las 13:00 a las 13:50 de lunes a viernes, aquí el que llegue es recibido con la mejor disposición y el que este desocupado ayuda al resto. El respeto y la buena onda hacen que más personas se sumen al proyecto.
¿Cómo ves que este espacio ha afectado a la universidad?
Claramente ha tenido un efecto positivo, como punto de inicio está el beneficio directo que pasa cuando se arreglan panas que permiten a los compañeros volver en bicicleta a sus casas, pero además está el beneficio más profundo, El Container genera una comunidad, con los demás trabajamos en conjunto, arreglamos y aprendemos. Los usuarios y el equipo de trabajo somos lo mismo, estudiantes que a fin de cuentas combatimos la naturaleza del auto que genera más problemas de los que resuelve.
Es muy valorable este tipo de iniciativas en las que realmente se afecta de manera positiva a un gran número de personas, entre los que destacan el incentivo de la vida sana, el aprendizaje en grupo y la generación de comunidad. La universidad es un lugar de aprendizaje y este taller es la viva imagen de esa experiencia.