Por Bycs
Foto principal de Sergio Gatto
El sonido de los niños jugando es universal. Ya sea en un patio de recreo de París, en un parque público de Buenos Aires, en el patio de un colegio de Bombay o en una calle de Nairobi, los niños pequeños de todo el mundo forjan vínculos, desarrollan habilidades y creatividad, gastan energía y aprenden sobre el mundo y sobre sí mismos mientras juegan. Sin embargo, el juego al aire libre, especialmente en las propias calles, está disminuyendo drásticamente ante problemas como el aumento de la violencia vial, el espacio de las calles accesible para los peatones y la mala calidad del aire. En el Reino Unido, por ejemplo, los niños pasan la mitad de tiempo jugando al aire libre en comparación con sus padres. Esta estadística por sí sola revela la necesidad de ampliar los esfuerzos y las estrategias que respondan a la reducción de la actividad al aire libre y la vida sana.
El desarrollo de las Calles Escolares [School Streets] es una de esas estrategias que tiene beneficios que van más allá de la creación de espacios para el juego. De hecho, se están convirtiendo en una intervención sencilla, de bajo costo y de rápida adopción para reducir el uso de vehículos y la contaminación, mejorar la seguridad y aumentar los desplazamientos a pie y en bicicleta. Adoptan la forma de cierres de calles para restringir el tráfico motorizado, en los que se crean zonas para caminar y andar en bicicleta delante de los colegios, al menos durante las horas de entrada y salida, y han demostrado un impacto positivo y medible que debería animar a las ciudades de todo el mundo a considerar su implementación.
Su rápida adopción, principalmente en las ciudades europeas, puede estar relacionada con la necesidad de un distanciamiento social seguro cerca de las escuelas durante la pandemia del COVID-19, pero también como respuesta a las diversas crisis de seguridad vial, salud y calidad del aire que están afectando gravemente a los niños de todo el mundo.
Los niños constituyen un grupo vulnerable especialmente expuesto a los efectos nocivos de los contaminantes atmosféricos, debido a su corta estatura, el desarrollo de sus pulmones y su cerebro y su mayor ritmo de respiración. Por ejemplo, los niños de tres años respiran el doble de aire que los adultos por unidad de peso corporal, y juegan más cerca del suelo, donde la contaminación atmosférica suele estar más concentrada. La seguridad vial es también una preocupación fundamental, ya que cada año mueren en las calles 1,35 millones de personas en todo el mundo, y las lesiones por accidentes de tráfico son la principal causa de muerte entre los niños y los jóvenes de 5 a 29 años. La sedentarización es otro reto muy preocupante. El 81% de los adolescentes de entre 11 y 17 años no son suficientemente activos físicamente, según las recomendaciones globales de la OMS sobre actividad física para la salud. Estas preocupantes estadísticas ponen de manifiesto la urgente necesidad de promover tácticas como las Calles Escolares para fomentar barrios más saludables, desplazamientos activos y espacios de juego seguros.
Un gran porcentaje de los viajes en coche, especialmente para los desplazamientos escolares, son para distancias que se pueden recorrer a pie o en bicicleta, y las iniciativas de Calles Escolares han demostrado ser herramientas eficaces para frenar el uso del coche privado en los viajes cortos, ya que ofrecen una alternativa para que los padres y los niños caminen o vayan en bicicleta de forma segura. Transport for London, por ejemplo, estimó en 2018 que el 25 % de los viajes en coche en horas pico de la mañana entre semana son para dejar a los niños en el colegio, un total de 254.000 viajes al día. Este período también coincide con la mayor tasa de víctimas de lesiones graves en menores de 16 años debido a las colisiones de tráfico y los altos niveles de contaminación.
La implementación de Calles Escolares podría ser una medida práctica para reducir la exposición de los niños a la contaminación atmosférica tóxica. En Londres, las Calles Escolares permiten una impresionante reducción del 23% de la contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2). La ciudad de Gante, en Bélgica, es otra gran prueba de esta iniciativa, donde la implementación de las Calles Escolares mostró mejoras significativas en la seguridad vial y en la calidad del aire, con un descenso del 20% en las concentraciones medias de NO2.
Las iniciativas de Calles Escolares son también una respuesta no sólo al caos de tráfico frente a las escuelas primarias, sino también a la creciente falta de ejercicio entre los niños. La ONG británica Sustrans ha observado, por ejemplo, que los profesores consideran que los alumnos que van a la escuela en bicicleta o a pie llegan más despiertos y preparados para empezar el día, en comparación con los que se desplazan en coche. El informe de la Iniciativa de Salud Infantil sobre la contaminación atmosférica en Londres «Every Child’s right to Breathe» (El derecho a respirar de todos los niños), también ha expresado el impacto generacional de los desplazamientos activos a una edad temprana, ya que los niños que van a pie o en bicicleta tienen más probabilidades de convertirse en adultos que hagan lo mismo. Por otro lado, Waltham Forest es un claro ejemplo de los efectos en el cambio modal, ya que han visto un aumento del 20% y del 10% en dos escuelas primarias respectivamente, que comparten School Street Marsh Lane desde 2019, beneficiando a más de 12.000 alumnos.
Además, las iniciativas de Calles Escolares han recibido un apoyo abrumadoramente positivo por parte de los padres, los niños, los profesores y la comunidad en general en la gran mayoría de los casos.
Los ejemplos de Francia, Viena, Londres y Toronto muestran que los padres apoyan mucho las intervenciones. Sus testimonios reflejan que a las familias y al personal escolar les gusta el sentido adicional de comunidad escolar que aporta esta estrategia, especialmente en un momento en que la pandemia de COVID19 ha restringido la convivencia de la comunidad. En Toronto, por ejemplo, el 100% de los niños encuestados durante la iniciativa piloto de la Calle Escolar de Mountview Avenue dijeron que preferían que la calle de su escuela estuviera libre de coches. Otro ejemplo en París, muestra que una gran mayoría de las 150 «Rues aux Ecoles» implantadas, se han convertido en permanentes, después de que una encuesta realizada por UNICEF revelara que el 87% de los padres están a favor de la iniciativa. Esta fuerte aceptación y apoyo de la comunidad a este programa ayuda a abogar por la ampliación de las Calles Escolares y convertirlas finalmente en estrategias permanentes de nuestras ciudades. Por último, las Calles Escolares también aumentan el bienestar al reunir a las familias y a la comunidad en general en un espacio urbano recuperado, lo que permite socializar más fácilmente y que los niños jueguen a la hora de recoger y dejar a los niños.
Existen varias alternativas y buenas prácticas para una implementación exitosa de las Calles Escolares, sin embargo, la mayoría de ellas se caracterizan por la creatividad, un fuerte liderazgo y la participación de la comunidad, a menudo comenzando con una fase emergente, antes de pasar a una fase intermedia y finalmente buscando la permanencia. Su sencillez, su bajo costo, su rápida implementación, su gran aceptación y sus efectos probados indican que la transferibilidad es alta y que la probabilidad de éxito en diferentes contextos urbanos es fuerte.
Para comprender en mayor profundidad los beneficios de las Calles Escolares, hemos elaborado un informe, en colaboración con Clean Cities Campaign, en el que se exploran los 6 principales beneficios que aportan las Calles Escolares y se ofrecen 6 consideraciones clave para su aplicación con éxito. Las iniciativas de calles escolares son una de las muchas estrategias que pueden ayudar a nuestras ciudades a ser más inclusivas, sensibles y sostenibles en un momento en el que la acción tangible es de suma importancia.