Entrevista con la creadora de la iniciativa que busca que más personas logren la cumbre del clásico capitalino.
Por Michelle Raposo
Fotos: Víctor Rojas
Si bien Carola Pozo (@carolaenbici en Instagram) tuvo su clásica bici de paseo cuando niña, no fue hasta ya de adulta que tuvo su “primera bici”, esa que te cambia la vida completamente, y que de paso la ha llevado a formar una comunidad de entusiastas de las subidas al cerro San Cristóbal.
De profesión trabajadora social -se dedica a la gestión y desarrollo de personas en el servicio público- fue a los 29 años que decidió comprarse una bicicleta de paseo. De esto ya van unos nueve años.
Empezó a andar en bicicleta después de separarse, y cómo vivía muy cerca del cerro San Cristóbal, decidió que tenía que subirlo.
“Traté de subir con esa bici de paseo, que fácil debía pesar unos 15-20 kilos. Era pesadísima. Alcancé a llegar hasta la segunda curva, donde está el Jardín Japonés y ya estaba muerta, me dolía todo. Ahí empecé a ver que la gente subía más rápido en mountain bike, y que claramente tenía que cambiar mi bicicleta para pasar más cambios”.
Con la nueva bici en mano, empezó de a poco con las subidas al cerro, después del trabajo. “Pasaron unos 3 o 4 meses y me uní a un taller de mecánica básica para mujeres que hacía un chico. Y hasta el día de hoy, tengo a mis mejores amigas que conocí gracias a ese taller. Hasta el día de hoy tenemos esa amistad, esto fue hace 7-8 años atrás, y poco a poco todas hemos ido creciendo en temas de bici”.
Desde ese momento la bicicleta se volvió su transporte habitual, incluso cuando se cambió a vivir a La Florida y su trabajo se mantuvo en Plaza Italia. Andaba cerca de 30 kilómetros diarios, en los que fue aumentando el ritmo y las subidas al cerro.
“Poco a poco empecé a conocer personas, también empecé a captar que podía motivarlas y motivar a mis amigas a hacer desafíos. Ir a El Toyo, después ir a Yerba Loca, y hacer rutas más largas. Me acuerdo que fuimos hasta Pomaire”.
“Mis pulmones estaban que reventaban”
Todo parecía normal en los piques diarios entre La Florida y Plaza Italia, hasta que una molestia en la pierna, hizo que Carola fuera a ver un médico. Por su tipo de vida más bien sana, las razones del dolor podrían ser muchas y los exámenes no mostraron nada concluyente.
“Yo seguí andando en bicicleta, y ya después de un tiempo me empecé a sentir peor. Iba pedaleando y sentía que me iba a desmayar durante tres segundos. Era algo muy extraño. Empecé a hacer exámenes, y más exámenes, hasta que determinaron que tenía una TVP, una trombosis venosa profunda en mi pierna derecha”.
El especialista que la trató le dio la opción de tomar un anticoagulante en su casa con una licencia médica para no moverse.
“Al final, decidí hospitalizarme y hacerme el tratamiento, y estando ahí se dieron cuenta que tenía una embolia pulmonar. Ahí entré a la UCI cinco días, con riesgo vital, sin yo sentirme mal. Sentía un poco la pierna hinchada, pero pensaba que era el cansancio o algo por el estilo. Mis pulmones estaban que reventaban, y claro, cada vez que sentía estos micro desmayos, era porque se había desprendido un coágulo de mi trombosis, que estaba en la rodilla derecha, sube por el torrente sanguíneo, pasa por el corazón y se detiene en los pulmones”.
Después de los cinco días en la UCI, le dieron el alta a Carola, y al mes pudo finalmente retomar la bicicleta.
“Era lo único que le pedía al doctor, volver a pedalear. Ahí ya la bici empezó a tomar otro sentido en mi vida. Me empecé a movilizar en bici a todas partes. De hecho trato de no ocupar el Metro. Solamente para hacer trámites donde sé que no puedo ir con ella. Si voy a visitar a una amiga, le pregunto si puedo llevarla. Si voy a visitar a mis papás, ya saben que voy a llegar en bici, independiente si está lloviendo, si es de noche, si es de día, a cualquier hora, yo siempre voy a llegar con la bici”.
Siempre hay una primera vez
Como cuenta Carola, algo que le sale naturalmente es invitar a la gente a pedalear más. “Siempre he motivado a mis amigas a que se atrevan, y no dejo que se rindan. Son capaces, yo sé que son capaces. Nunca poniéndolas en riesgo, ni nada por el estilo, pero sé que pueden dar”.
Es en este espíritu que a Carola se le fue ocurriendo la idea de hacer algo en el cerro San Cristóbal, lo que concretó finalmente el 4 de enero.
“Primero, siempre quise que fueran solo mujeres. Hice una salida al Manquehue, que era nivel intermedio, y a la convocatoria llegaron como 12 mujeres que no conocía. Y fue entrete igual que llegara gente que se atreviera. Ahí conversando con mi amigo mecánico, él tiene una actividad que se llama Mi Primer Farellones, que lo hace una o dos veces al año, también con una convocatoria abierta y llega mucha gente. Y como que por ahí salió la iniciativa de Mi Primer Sancris”.
Una de las gracias de esta convocatoria, es que el nivel es muy principiante. Literal, gente que nunca lo ha subido en bicicleta, puede encontrar aquí un grupo igual que ellos, que va a pedalear a su propio ritmo y aprender de los consejos de los ciclistas más experimentados que los acompañan en la subida.
“Bajar el ritmo que sueles tener cansa mucho. Al acompañar a otro, si bien se pierde una cosa, que quizás sea la velocidad, ganas en ver los logros de otros. Y eso en realidad es una de las cosas que más me motiva al llegar arriba. Me han tocado personas que han llorado llegando a la cima. Y esas mismas personas después cambian la bici, quieren como meterse a este mundo, entonces siento que es una instancia que les permite motivarse, saber que son capaces”.
“Hasta ahora lo hemos logrado con todos. De hecho, en mi Instagram hay una señora que tiene 64 años y ella nunca lo había subido. Su primer intento fue parando muchas veces, pero yo le dije, tu objetivo ahora es subirlo, da lo mismo el tiempo, la idea es ir disminuyendo la cantidad de veces que vas parando”.
“Lo que me ha pasado también con Mi Primer San Cris es que se ha unido gente que ya anda en bici, pero les ha gustado el grupo, la buena onda que se arma al compartir con otros, el reírse, ir conversando mientras se pedalea. Entonces también se ha dado la instancia de que ellos también acompañan a otros. Eso es lo bonito que encuentro que se ha formado nuestro grupo”.
Las juntas son semanales a las 18 hrs (por el horario de invierno), pueden ir viendo las convocatorias en el IG.
En su antebrazo Carola tiene tatuada una bicicleta como recordatorio de lo importante que han sido estas dos ruedas. “Tanto que me salvó la vida. Personas maravillosas que he conocido gracias a la bici. Y el poder compartir esta pasión que tengo con otros. Porque es completamente recreativo, no es competitivo, nos vamos esperando, vas mejorando, vas viendo que puedes más. Y este es el llamado que también le hago a las chicas y chicos que me conocen”.