Por Patricio Cofré A.
Situaciones incómodas e incluso algunas derechamente delictuales. Las mujeres en la ciudad pedalean, caminan, son pasajeras del transporte público o conductoras de vehículos o de aplicaciones, pero las características de sus viajes son diferentes y reciben un alto grado de violencia. Los estudios demuestran que 9 de cada 10 de ellas han sufrido o visto un acoso sexual, muchas eligen no salir en la noche y las razones de sus desplazamientos, en el 65% de los casos, son para cuidar a menores de edad o ancianos. ¿Cómo se plantea una ciudad con altos niveles de violencia de género?, ¿Cuáles son los desafíos para cambiar esa situación? Los expertos responden.
Ignacia Garcés estudia Diseño Industrial en la Universidad Diego Portales y casi todos los días utiliza su bicicleta para ir a su facultad desde su hogar en la comuna de Las Condes. Hace poco menos de un año, iba transitando por Avenida Padre Hurtado cerca de Avenida Kennedy cuando adelantó por la izquierda a un pequeño city car que circulaba por ese sector. De repente sintió un bocinazo, un insulto y un grito que la dejó perpleja y que hasta hoy resuena en su cabeza: “ojalá que te violen”.
La situación que describe, no es aislada. Frases e insinuaciones sexualizadas al pasar; tocaciones mientras circulan o en los tumultos; persecuciones de conductores o ciclistas; discriminaciones sociales sobre su capacidad para conducir y hasta agresiones físicas son solo parte del terrible cóctel de violencia que deben sufrir las mujeres en sus desplazamientos por la ciudad, ya sea como peatonas, en Metro o buses, como ciclistas o automovilistas.
Por esa razón, la alumna de 24 años decidió hacer una pequeña, pero diferente manifestación durante la masiva e histórica marcha del Día Internacional de la Mujer del pasado 8 de marzo. En plena Alameda, apareció con un cartel en el que escribió una demanda diferente: “Quiero pedalear tranquila”, rezaba la pancarta que llevaba en su mano izquierda, mientras sostenía su bicicleta con la derecha.
“Muchas de las asistentes me decían yo también quiero sentirme segura en las calles´ o ´a mi también me han pasado malas experiencias´. Se sentían reconocidas en el tema de que quieren que se elimine la violencia de género en los espacios públicos. Es algo que esta muy normalizado, que a todas nos pasa y hay que visibilizarlo más aún para erradicarlo. El hombre que me gritó no era viejo, no tenía ni 30 años y por eso hay que cambiar esto”, dice.
Estos malos ratos o, derechamente, delitos de los que son víctimas las mujeres, son sólo una parte de una serie de estudios y análisis sobre cómo se desplazan por la ciudad, sus motivaciones, el miedo que sienten en ciertos horarios y las modificaciones que sufren sus rutinas al recibir algún tipo de agresión. Datos que todavía no son parte de la construcción de ciudades más inclusivas y que pongan barreras claras a quiénes las atacan, insultan o discriminan.
Problema instalado
Un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, en conjunto con CAF y FIA Foundation, en el que se encuestó a 2.700 personas en Quito, Buenos Aires y Santiago, arrojó resultados inquietantes y muy decidores sobre nuestra ciudad. Nueve de cada 10 mujeres chilenas han experimentado o visto un acoso sexual en el transporte público y el 60% se siente insegura al realizar un desplazamiento. El 50%, además, asegura que decide cambiar de ruta para evitar estas situaciones.
Otro estudio, realizado por el Ministerio del Interior y Seguridad Pública y por el Instituto Nacional de Estadísticas el año 2013, arrojaba luces del efecto que tiene esto en las decisiones para moverse por Santiago: el 73,8% de las mujeres evitaba llegar tarde a sus casas y el 42% salir de noche.
Estos datos no sólo influyen en los desplazamientos y en la forma de hacerlos, si no que tienen un efecto directo en la calidad de vida de las afectadas. La doctora Francisca Crispi es académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile y presidenta de la Comisión de Género del Colegio Médico explica como este tipo de violencia es un condicionante social de su salud muy relevante.
“Las mujeres tienen un mayor número de desplazamientos porque realizan traslados de cuidados, para niños y adultos mayores, y sus trabajos son más precarios por lo que muchas veces se dividen entre varios lugares. Por esa razón y porque el transporte en ciudades muy extensas como Santiago, pueden provocar que se utilicen entre dos a tres horas al día repercute en que no hay tiempo para actividad física, para disfrutar en familia y para alimentarse de forma saludable”, indica la médica.
Además, agrega que “el mayor impacto es en las mujeres más vulnerables, que no logran tener espacios para ir a atenderse en centros de salud y en su salud mental, existiendo mayores índices de depresión en ese grupo”.
Paola Tapia, ex Ministra de Transportes y Telecomunicaciones y primera mujer en ostentar ese cargo en la historia de la cartera, es actualmente directora de la carrera de Derecho de la Universidad Central y fundadora de Red Ciudad Futura y de Mujeres en Movimiento, presentó a principios de año el estudio realizado en las capitales de Ecuador, Argentina y Chile. “La inseguridad y la violencia de la que pueden ser víctimas las mujeres es muy alarmante. Casi un 90% ha sufrido o ha sido testigo de acoso, por eso es muy importante contar con un marco normativo. Hoy no se encuentra sancionado esto, ni en el transporte, ni en el espacio público en general”, comenta la ex secretaria de Estado.
La abogada argumenta que “las mujeres se mueven distinto en la ciudad y como los motivos son muy distintos, se requiere de políticas públicas diferenciadas, enfocadas en sus necesidades para ser abordarlas en forma integral y contrarrestar la inequidad que genera la ciudad”.
Cambios urgentes
El diagnóstico, desde todas las perspectivas es complejo. Desde la salud, la calidad de vida, la movilidad urbana, la seguridad y la capacidad de los espacios públicos donde se desenvuelven los habitantes de nuestras ciudades para ser zonas inclusivas y que permitan el desarrollo de sus comunidades de forma equitativa, la evaluación es negativa. Por esa razón, las líneas de trabajo para abordar los cambios de fondo que requiere esta problemática multifactorial, son igualmente diversas.
La académica del Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística y del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable de la Pontificia Universidad Católica, Lake Sagaris, plantea un cambio de paradigma profundo. “Las políticas públicas deben considerar inclusión y planificación de las ciudades, no sólo pensando en el viajero promedio, si no considerando la gran cantidad de viajes que realizan las mujeres de todas las edades y con necesidades diversas.”, indica.
A eso agrega que hay comunas como Lo Espejo, Cerro Navia, Renca donde la mitad de los viajes se hacen caminando y en muchos de ellos el 80% son realizados por mujeres, por lo que plantea medidas más específicas para la construcción urbana. “Todo barrio debería tener escuelas básicas de calidad a distancia de una caminata, se deberían levantar políticas para que la mitad de los profesores vivan en el barrio en que trabajan, con estas dos medidas se reemplazarían muchos viajes en vehículo por otros a pie”, apunta la especialista, quién propone que eso mismo ocurra en materia de salud y trabajo.
Para Franco Basso, director del Centro de Innovación en Transportes y Logística de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Diego Portales, la toma de decisiones en materia de transportes sigue en manos de hombres y eso es un punto clave en la evolución que debe tener la construcción de la movilidad urbana. “El cambio no solo requiere de infraestructura, sino un cambio en los lugares donde se realicen las definiciones de políticas públicas. Debería ser una meta del ministerio que aumenten las conductoras, pero también que las mujeres ocupen cargos importantes en el rubro. Hay brechas de género importante y que las últimas dos ministras de la cartera visibilizan a la mujer en la discusión”, comenta el profesional.
El panorama de la bicicleta
Accidentes donde autos manejados por hombres aparecen de manera imprudente, competencias donde algunos ciclistas luchan por ir más veloces que sus pares femeninas, manoseos, robos y groserías mientras se desplazan, siguen siendo parte del escenario.
Según un estudio de la Mutual de Seguridad publicado en 2018, solo el 4% de las mujeres se traslada a su trabajo en bicicleta y el 10% se mueve en ese modo por la ciudad para otro tipo de situaciones. El 61% de las consultadas lo considera un medio inseguro, pero solo el 30% de quiénes las usan, cree que podría sufrir un accidente. El 85% de las ciclistas aseguran hacerlo por ciclovías y el 91% hace mantenciones permanentes. Pese a eso, solo el 51% asume que tiene medidas de seguridad al conducir.
“Si para un hombre es difícil moverse por la ciudad en bicicleta, para una mujer lo es mucho más por razones de seguridad, pero en la media de que no sea mal visto, que hagamos mejoras en seguridad, irá ampliándose entre las mujeres y permeando hacia otras esferas”, indica Franco Basso.
Lake Sagaris hace una propuesta que a su juicio podría ampliar el número de viajes en el segmento de las bicicletas públicas. “Los desplazamientos femeninos muchas veces son realizados por compras o en su día a día deben llevar cosas a sus distintos lugares. Deberían existir canastos más amplios que los que poseen actualmente estos tipos de sistemas, para que ellas tengan más comodidad”, explica.
María José Guerrero, Presidenta el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), ha sido una de las principales impulsoras de una legislación que sancione ese tipo de conductas con el fin de sancionar persecuciones, insultos, propuestas sexuales y toqueteos contra las mujeres. El texto legal avanzó en la Cámara de Diputados en las últimas semanas y en los próximos meses podría transformarse en ley. “La violencia sexual en trayectos no es patrimonio de una u otra forma de movilidad. Las mujeres tienen menos acceso a adquirir autos particulares, por lo que la violencia esta más localizada en transporte público porque no tienen otras opciones. Además, tienen más personas a su cuidado. El urbanismo debe comenzar a pensarse con perspectiva de género, fomentando que sea un espacio democrático”, expresa Guerrero.
La socióloga, agrega que “las evaluaciones no se realizan con esta mirada y por eso la vivienda, la salud y la movilidad, todo lo que pasa en la ciudad no tiene la perspectiva de género. Debemos avanzar en una concepción de ciudad más democrática, pensando en la diversidad. La violencia avanza no por el tipo de traslado o la oscuridad de una calle, si no que por elementos sociales establecidos que permiten que ocurran de mayor forma”.
Dentro de los últimos años se ha comenzado a estudiar, analizar, cuantificar y evaluar las incorrecciones o subvaloración de la participación de la mujer en el transporte. Si bien, ya ha comenzado una visibilización progresiva, resta mucho camino para que en cualquier lugar, horario o ciudad del país, las mujeres se sientan seguras, no discriminadas y con espacios que se empapen de sus realidades y formas de moverse.