Por Natalia Bobadilla
Fotos Víctor Rojas
Connie Achurra (40) no para. Sus días son intensos, sobre todo desde que lanzó su primer libro “Cocina sana y feliz”, el pasado 2 de noviembre. La cocinera autodidacta, como le gusta que la llamen, sigue con la promoción y difusión de su publicación. “Nos ha ido súper bien, mejor de lo que habíamos imaginado. Ya va en la tercera edición, eso quiere decir que lleva 18 mil ejemplares impresos. Además nos ganamos el premio Cookings a Mejor libro de gastronomía del año (por votación popular)”, dice orgullosa. “Estoy haciendo otro libro que va a salir este año. Es la segunda parte de mi primer libro, con todo el material que quedó fuera”, adelanta.
Además de eso, hasta hace poco también tenía que dividir su tiempo con las grabaciones del programa “Cómo me sano”, de canal 13C, el que vuelve en marzo con una nueva temporada. Y, como si fuera poco, debe cumplir con sus labores de madre de dos niñas.
Por eso, muy a su pesar, ha tenido que bajarse de su bicicleta regalona. “El 2017 se me amplió mucho el circuito en que me muevo. Tengo que hacer trayectos más largos y cumplir con horarios más fijos. Antes era independiente y me armaba mis horarios. Eso me ha llevado a usar la bici mucho menos y pucha, que la extraño”, cuenta.
-¿Cómo comenzó tu relación con la bici cuando eras niña?
-Me acuerdo perfecto de mi primera bicicleta. Viví un año en Texas, Estados Unidos, con mi familia. No teníamos ni uno. Mi papá era profe universitario y mi mama vendía empanadas. Yo tenía 7 años y les pedí una bicicleta a mis papás para Navidad. Ellos compraron una en una venta de garaje, la pintaron rosado con blanco y le pusieron stickers nuevos de marcas. En ese tiempo yo me creía la muerte. Jamás me di cuenta que era una bici usada, hasta muchos años después, cuando ya era más grande y me contaron lo que habían hecho. Lo encontré demasiado tierno.
-¿Te costó aprender?
-Mis papás me enseñaron a andar y recuerdo que me fue súper fácil. Después volví a Chile con mi familia y siempre vivimos en condominios cerrados de departamentos, así yo andaba todo el día en la calle en la bici y no tenía muchas restricciones. La recuerdo como una etapa muy entretenida.
-Ya más grande, ¿mantuviste tu interés por pedalear?
-Tengo una bicicleta desde hace 16 años. Mi hermana mayor es fotógrafa y por mucho tiempo hizo fotos de catálogos. Recuerdo que un día después de la universidad fui a su estudio y le conté que me quería comprar una bici. Me dijo que justo tenía unas que le habían quedado de una sesión. Ahí encontré esta mountain bike chiquitita, que me encantó. Cuando me fui a vivir sola, a los 26 años, ella era mi único medio de transporte. Anda para arriba y para abajo con ella. Lo malo es que hace pocos días, la mandé a un taller con las de mis hijas para que les hicieran mantención, pero me avisaron que se le quebró la horquilla y ya no existen repuestos para ella. Fue todo un tema deshacerme de ella. Así que ando en busca de otra.
-¿Por dónde te gusta moverte en bici?
-Vivo en Ñuñoa, en el límite con Providencia. Y siempre he vivido súper central por eso la bici ha sido ideal. De hecho cuando nació mi primera hija, yo andaba con ella en una silla. La pasaba a dejar al jardín y me iba a un taller que tenía en ese tiempo en Vitacura y de vuelta hacía lo mismo. Fue mi rutina durante 2 años. Después cuando la segunda entró al jardín, se me hizo más complicado andar con ellas. Pero sigo realizando los trayectos cortos. Debo aceptar que me da mucho miedo andar en la calle, con los autos y las micros. Lo bueno es que tengo la suerte de disfrutar de un barrio con mucho acceso a ciclovías, algo que no se da en muchos lugares.
-¿Y cómo es relación de tus hijas con el pedaleo?
-Las dos tienen bicis y salimos a andar por el barrio. Con su papá, usan la Ciclo recreo vía de Irarrázaval los fines de semana. Y como estudian en el Liceo Manuel de Salas, que está a 8 cuadras de la casa, la idea es que este o el otro año, nos vayamos algunos días en bici. Es un colegio donde hay mucha cultura ciclista, todos los niños y muchos profesores llegan en bicicleta en las mañanas, porque viven en el sector. Mis hijas ven eso y les encanta. Eso es lo rico de la vida de barrio, te puedes mover para todos lados en bici.