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Daniela Suau: “en ese minuto dije: aquí fue, yo caigo y el auto me pasa por encima”.

Conversamos con la biciactivista quien sufrió un grave siniestro hace unos días, para denunciar la violencia vial que se vive a diario en Santiago y que urge resolver. Además, Carolina Figueroa de Fundación Emilia entrega el paso a paso en caso de vivir una experiencia similar.

Por Michelle Raposo

Esta es una historia que no es fácil de escuchar, pero aún más, no es fácil de vivir. Especialmente cuando eres ciclista y te das cuenta lo frágil que puede ser la vida. Una experiencia que Daniela Suau cuenta con entereza, pero que a momentos es imposible que no se le quiebre la voz. Una vivencia que trae a la realidad que, a pesar de luchar por una movilidad sostenible más justa y más segura, las cosas quizás no han cambiado tanto. 

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Martes 13 de febrero. Daniela Suau, hija, hermana, tía, amiga, ciclista hace más de 20 años, activista por la seguridad vial, aprovechó ese día para seguir practicando ciclismo deportivo. 

Desde hace un tiempo lleva haciendo ciclismo de ruta, y aprovechando el mes de vacaciones que tiene durante febrero, decidió salir todos los días fuera de Santiago haciendo distintos paseos. 

Tres minutos antes de las 6 am, Daniela ya estaba partiendo en dirección a Farellones hasta llegar a Yerba Loca. Desde la pandemia que Daniela ha sentido que los automovilistas se han puesto más agresivos, “la violencia vial se percibe mucho en las calles”, y por lo mismo, cosa que no hacía antes, evita las avenidas grandes para moverse por calles con menos flujo vehicular. 

Como el día normal que era, Daniela iba a aprovechar ese martes para visitar a su papá, que vive un poco más abajo de Rotonda Atenas. Aprovechando el vuelito, iba a pasar donde la terapeuta ocupacional de su padre, que ya está en la tercera edad, a rescatar un gorro que se le había quedado. Alcanza a avisar que está a unos 20 minutos. Se metió por calles interiores, y llegó a Av. Paul Harris. 

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A eso de las 13.10, según los cálculos de Daniela, iba avanzando por Paul Harris, cruza San Damián y llegando a la intersección con Valle Alegre, ocurre lo que nadie espera que ocurra. Ese momento de peligro que la química del cerebro puede borrar de la memoria, o como en el caso de Daniela, guardar cada segundo. 

Mientras iba pedaleando en dirección hacia el sur, en un tramo plano “que como ciclista sabes que tampoco agarras mucha velocidad”, en el sentido contrario venía un conductor que de un minuto a otro, dobla hacia Valle Alegre, sin señalizar, sin reducir la velocidad. Vale recordar que en un cruce de este tipo, el que vira hacia la izquierda pierde toda prioridad. 

“El tipo llegó y se tiró. O sea, para mí fue súper brutal porque en ese minuto como que voy pedaleando muy normal y ni siquiera alcanzo a anticipar su maniobra, porque se me viene encima”. 

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“Todo esto es muy extraño. Como el proceso que he ido analizando, porque por un lado todo pasa muy rápido, pero mentalmente todo pasa muy lento. Es muy extraño, pero en ese minuto que yo veo que el tipo se viene hacia mí, y trato de maniobrar. Primero freno. Yo andaba en mi bicicleta de gravel, que tiene freno de disco. Yo invertí en esa bicicleta en tener unos frenos lo más precisos posible, y freno al máximo, pero además maniobro hacia la izquierda como para tratar de esquivarlo y fue imposible”. 

Según los cálculos de Daniela, que ya después de 20 años pedaleando en la calle, la velocidad del conductor superaba al menos los 50 km/h de la normativa actual. 

“Trato de hacer esta maniobra, pero evidentemente no puedo evitarlo. Choco de lleno contra el costado derecho del vehículo, que justo curva, y me doy de lleno con todo el lado izquierdo de mi cuerpo, porque topa mi rueda delantera. Se dobla todo mi cuerpo, y el mayor impacto lo recibe mi hombro izquierdo, que en ese minuto estalla, y siento cómo se sale hacia adelante. Termino de golpear el auto con la boca, se me reventó el labio, completamente inflamado, eso era una pelota; y termino de golpear el auto con la parte frontal del casco, solamente lo que corresponde a la frente, que te diría fue la nada misma, pero sé que pegué con el casco porque en ese minuto no sentí que mi cabeza hubiera pegado contra el auto, pero lo supe después porque quedó un resto de pintura roja en el casco, por eso lo supe. Y el vehículo era de color rojo”. 

“Como te decía, esto de que la mente va muy lento, yo en ese minuto me pongo a pensar mientras caigo al piso, que tiene que haber sido en microsegundos, pero empiezo a pensar en mi cabeza algo que hasta el día de hoy me sobrecoge muchísimo, y es que me hice como bolita, me hice muy pequeña en el fondo, y voy cayendo y digo: en este momento el auto pasa sobre mí, y te lo digo de corazón, es algo que no se lo doy a nadie”. 

“En ese minuto dije: aquí fue, yo caigo y el auto me pasa por encima. Porque en ese minuto no eres consciente de en qué parte del auto golpeaste, y como yo lo veía venir hacia mí, ese fue mi pensamiento. Caigo al piso, veo que el tipo dobla, pensando en el fondo, comillas, te salvaste; pero pienso rápidamente en los autos que venían detrás de mí, que por más que sea una calle, los tipos van súper rápido, entonces en ese minuto dije, mierda, no me arrolló este, me arrolla el que viene atrás”. 

“Entonces como que me giro estando en el piso -es como loco cómo funciona tu instinto de supervivencia- me giro y empiezo a levantar la mano derecha, como diciendo por favor, y a gritar, paren, paren, paren. Esto entre medio de alaridos de dolor del hombro, que lo sentía hacia adelante, gritando sonidos que yo nunca me había escuchado. O sea, como que tu cuerpo emita un sonido que nunca había emitido. Me reconocí voces que yo no me había escuchado de dolor, y yo levantaba mi mano y lo único que pedí era por favor ayuda, por favor paren, entre medio dolor”. 

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En esos minutos eternos, Daniela ve que pasa un auto que simplemente pasa de largo y que ya luego los vehículos comienzan a bajar la velocidad. Hacia el lado derecho se detiene un auto, y a la izquierda Daniela ve el vehículo que la impactó, que después supo era un taxi. También hay recuerdos de los hechos, pero no cronológicamente. 

“Veo un vehículo particular que se detiene al inicio de la intersección, se baja el conductor, se toma la cabeza con las manos y me dice voy y vuelvo. O sea, tú comprenderás que en ese minuto el voy y vuelvo, yo dije, este tipo va a huir”.

La adrenalina del momento comienza a actuar, aunque no es suficiente para detener el dolor, si está lo suficientemente lúcida para conseguir los datos del conductor.

“Como tenía el cuerpo tan adolorido, todo el sector izquierdo, ahí también descubres que por más que sea un hombro, como que tú dices, bueno, si las piernas las tengo bien, podré levantarme. No, no podía levantarme porque era tanto el dolor y cuando tú haces el esfuerzo para levantarte, inevitablemente trabajas ese grupo muscular adolorido, no podía levantarme”. 

“Yo te juro, es como que enloqueciera en ese momento. Por favor, tómenle la patente, por favor, tómenle foto al auto, por favor, tómenle la patente. Y el cabro que se detuvo, se baja corriendo y me dice, no te preocupes, pero tengo que levantarte y le dije, tómale foto a la patente, tómale foto a la patente”. 

En este momento ya hay un orden tan exacto de lo que pasó, pero de lo que recuerda Daniela, aparece un chico, que no recuerda su nombre, y Sofía, una enfermera que le sacó la foto al carnet de identidad del conductor, subió la bicicleta a su auto y la llevó a urgencias de la Clínica Las Condes, que era la más cercana. 

“A todo esto, después que yo grito que le tomen foto a la patente, el tipo se mete al auto, se va, pero para a mitad de cuadra y veo que baja alguien del auto. Entonces ahí recién yo caigo en la cuenta de que el tipo era taxista. Él venía con pasajeros. Pienso que en ese minuto la misma pasajera le tiene que haber dicho me bajo acá, ¿no?”. 

De los recuerdos que tiene Daniela sobre el conductor que la atropelló es que no se acercó, ni ayudó a levantarla. “Empieza como a pedir perdón, a pedir disculpas y ahí me doy cuenta que hasta en los peores momentos no soy una persona agresiva, ni garabatera porque en ningún minuto le dije nada. Simplemente le dije: yo no sé si usted es consciente de que me pudo matar. Y el tipo me responde, que yo te juro que ahí ya era como broma, es que yo pensé que usted iba a frenar”.

“Primero, desconocimiento total de la normativa de tránsito. Pero aparte, ni siquiera es que él pueda decir no te vi, porque me dijo: yo pensé que usted iba a frenar”. 

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Una vez en urgencias, Daniela sigue gritando de dolor y preocupada de que el conductor vaya con ellos. “Si tú me preguntas a mí, yo creo que el tipo fue porque yo grité que le tomaran la patente, por decirlo de alguna manera, porque sabía que ya no se podía escapar de esa situación. Él dirá que se quiso quedar, que me quiso ayudar. En mi experiencia, el tipo ni siquiera tuvo la decencia de tomarme la mano para levantarme o de ayudar a subir la bicicleta. Nada”.  

Las enfermeras tuvieron que agarrar entre varias a Daniela para que se pudiera levantar porque ya no podía ni siquiera ayudar. “Es como si tu me partieras por la mitad de la cintura hacia arriba. El lado izquierdo totalmente adolorido”. 

Una de las cosas que uno suele escuchar cuando a alguien se le sale el hombro, es que con una maniobra se puede regresar a su lugar. Daniela en parte tenía la misma idea, aunque lo único que pedía antes de eso es que le pusieran algo para el dolor. “Yo tengo un umbral del dolor altísimo, me lo han dicho médicos en accidentes anteriores”. 

Finalmente la maniobra nunca tuvo intención de ser, porque la situación se veía más grave y la radiografía arrojó un diagnóstico diferente. 

“Ahí aparece el traumatólogo muy criterioso y me dice que me tengo que operar urgente. Me dijo que la lesión no era una luxación y que la clavícula la sostiene en el hombro tres ligamentos, y con el choque se cortaron y que la única forma de ponerla en el lugar es por medio de una cirugía”. 

Aquí comienza lo que podría ser la segunda pesadilla del accidentado: la recuperación del cuerpo y los gastos médicos. 

“Yo en ese momento me quería morir. Porque como uno siempre espera lo menos terrible. Por su puesto empieza toda la angustia de saber que no aplica la ley de urgencia en este caso, porque yo tengo Fonasa, y la lesión era grave, pero no tan grave que estuviera con riesgo vital. Esto significa que lo tenía que pagar de mi bolsillo”. 

En eso el hermano de Daniela llegó a la clínica y una vez más estable, partieron a la ex Posta Central, que es el centro de urgencia más cercano a la casa de ella. Ahí explicaron lo sucedido, vuelven a hacer los exámenes y confirman el diagnóstico. Sin embargo, le dicen que tiene esperar a que la llamen para la operación y que eso puede demorar. 

“Me tuve que venir en ese estado. Estable, pero con la clavícula afuera. Y tuve la suerte, me imagino que se liberó algún cupo, porque te operan en traumatología de urgencias, no es que te deriven a otro lugar, que llamaron al otro día a primera hora, para decirme que me operaban el jueves”. 

Jueves 15 de febrero, 7 am. Daniela llega al lugar para su cirugía. Cerca de las 13 horas ya entra al pabellón. Cómo la cirugía es ambulatoria, vuelve ese mismo día a su casa. 

Antes de eso, cuenta que tuvo que pasar por varios momentos “terroríficos, que no se los deseo a nadie”. El primero es que antes de ponerle la anestesia general, tuvieron que anestesiar toda la extremidad y para eso tuvieron que pincharle las vértebras. 

“Yo miraba la pantalla, y en algún minuto dije que mejor no voy a respirar. Yo sé que no se van a equivocar, pero en ese minuto dices si pasa algo y quedo paralítica”. 

“Del hospital de urgencias (ex Posta) yo solamente tengo los mejores comentarios. La mejor experiencia. Desde el personal de guardia que te atiende en la entrada, el personal administrativo que te recibe, los que te hacen pasar, hasta el cuerpo médico, los enfermeros, los anestesistas. Se portaron increíble”. 

Con el brazo dormido, ya es momento de la operación. Se presenta la doctora, “muy cariñosa”, y explica de qué se trata la intervención. En términos simples, hay que volver la clavícula a su lugar, la perforan, junto a otro hueso que está abajo y la sujetan en su lugar original. 

“Me explicó la operación y me dijo, ahora vamos a entrar a pabellón. Y ahí, en ese minuto, con el hombro dormido, cuando te presentan a todo el personal médico que te va a operar, te diría que era como… bien brutal. Porque te asusta mucho y piensas un montón de cosas”. 

“Yo dije, no sino tengo ganas de llorar, pero bastó que entrara a pabellón para que yo estallara llorando. Pero un momento igual una se afecta. Y me doblé completamente de dolor y me largué a llorar. Ahí se acerca la traumatóloga de inmediato, me toma la mano, que apenas la sentía, y le digo doctora, estoy aterrada, le pido que me cuide porque tengo una familia que me espera, unas sobrinas que me necesitan, y que por favor salve mi hombro”. 

“Ahí me apretó la mano y me dijo, te vamos a cuidar, vas a estar bien. Te voy a salvar tu hombro que no te quepa duda. Esta es una intervención corta, y lo que te voy a pedir es que tengas recuerdos bonitos, para que mientras te duermes con anestesia, sueñes cosas bonitas y despiertes más contenta. O sea, una empatía que una por desconocimiento, o prejuicios que uno tiene, pensaría que una traumatóloga de urgencias tal vez solo opera, opera, opera. Pero ella tuvo ese gesto, esa empatía. Estoy infinitamente agradecida, porque efectivamente, me quedé dormida pensando en un recuerdo bonito de cada integrante de mi familia, mis perras.. y como que lo hice apurándome para quedarme dormida”. 

Finalmente las anestesias hicieron su efecto, y la próxima vez que Daniela abrió sus ojos, siente que alguien la llama mientras le toman la mano. 

“Desperté, pero te juro, con una alegría que como pocas veces he sentido. Esa alegría genuina de estar viva. Pasó lo peor, que es que te operaron. Porque yo tenía una angustia tremenda, de que me llamaran en tres semanas más para operarme, y que empezara a cicatrizar el hombro y eso repercutiera en una operación más compleja”. 

Tanto era el alivio de salir bien de la operación y reencontrarse con su familia, que cuenta entre risas, quizás el único momento chistoso de esta experiencia 

“Como no había comido hacia muchas horas, me dieron de la típica jalea de frutos rojos, y las enfermeras se reían, no me olvido, porque les decía que era la mejor jalea que había comido en mi vida. Y me decían, primera vez que escuchamos esto. Y yo les decía, es la mejor jalea, no he probado ningún postre más rico que este. Y se reían y me decían que era porque no había comido nada, porque es muy mala esa jalea”. 

En las semanas que vienen comienzan los primeros controles de la operación y al menos un mes de licencia. 

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Durante todo el proceso de ir de una urgencia a otra. La otra gran preocupación de Daniela era poder hacerla denuncia con Carabineros, aprovechando que el conductor estaba en el lugar. 

Explicó con lujo de detalles cómo fue el siniestro. La contraparte, según lo que cuenta la mamá y el hermano de Daniela, comenzó a bajarle el perfil a su declaración. Tomaron las muestras de alcoholemia. “El carabinero me dijo usted tiene toda la razón, el que cometió la falta aquí fue él. Le mostré el mapa de Strava, y mi hermano aprovechó de decirle cuál era la pérdida de valor monetaria, en el fondo, mi bicicleta”. 

Son esas experiencias que uno no le desea a nadie. A nadie, te lo digo. O sea, yo en general no le deseo mal a nadie, pero de verdad como te digo, ha sido tan bestial. O sea, hoy día mismo amanecí muy desanimada. Evidentemente ya no tengo los dolores que tenía antes. Posterior al siniestro me empezaron a aparecer una cantidad de hematomas que ni te explico. La boca quedó como gris, finalmente se transformó en una especie como de bigote negro que fue mutando”. 

“Por supuesto, también los dolores asociados a no poder mover el brazo. Y nada, es como un todo que cuando empiezas a auto constatar todos los costos que eso tiene, en el fondo es como bien dramático. Porque ya no me siento tan mal, pero me siguen doliendo las dorsales. La parte baja del hombro, que es también un dolor de la postura. Un brazo que no puedes utilizar. El cabestrillo te termina pesando. Hay un montón de cosas que no puedo hacer sola. Entonces es también cuando empiezas a decir ¿por qué tengo que pagar todos estos costos?”. 

“Llevo 10 años siendo activista. Trabajé en el proyecto de ley de nueva convivencia vial. Fui más que activista de la causa cuando quitaron la reducción máxima de velocidad, que se la quitaron al corazón de la ley de 2018, y que se repuso. Hablé con parlamentarios, llamé por teléfono, fui vocera en medios de comunicación. Salí hablando en mis redes sociales personales, participé de debates, conversatorios. A 5 años o más de la promulgación ¿para qué? Si en el fondo, lamentablemente en la práctica, esto termina siendo letra muerta. Carabineros no ejerce un rol fiscalizador. Y hoy yo lo estoy contando, pero seguimos perdiendo vidas humanas en las calles, porque los automovilistas hacen lo que quieren. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Cuándo orientamos las campañas y las políticas públicas en quienes nos están matando en las calles o nos están dejando con secuelas? 

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Las secuelas, sabemos, no son solo físicas. También emocionales. 

“Hoy dejé de tener pesadillas de que el auto me pasa por encima, pero si tu me preguntas si quiero salir a la calle en bici, me aterro. Me parece injusto estar viviendo todos estos costos, que también son emocionales, son traumáticos. Tengo un estrés post traumático, porque nadie le pone el cascabel al gato, porque tenemos conductores como este que creen que la tienen que frenar eres tú, o tu vida vale menos porque vas en bicicleta o porque eres peatón. Entonces ese dolor, te digo de corazón, es incluso más fuerte que el dolor físico que he sentido”. 

“Siempre me ha gustado usar mis redes para incentivar a la gente a andar en bicicleta. Y mucha gente en sus mensajes diciéndome que yo soy una especie de inspiración. No quiero ser una inspiración hoy día, porque no dan ganas de incentivar a nadie a salir a la calle. En este minuto incluso me duele ser una inspiración para mujeres en bicicleta”. 

“Porque aquí tenemos no solo la violencia real que vivimos quienes nos movemos de modos “vulnerables”, pero no es que seamos así, nos hacen vulnerables ante vehículos a exceso de velocidad. Por supuesto también hay un tema de género. Las mujeres somos más violentadas en la calle. Las mujeres somos más sancionadas en las calles, porque no es tu lugar. Porque no es lo que deberías hacer. Entonces, ¿cómo hago yo, que he dado muchas charlas, no solo en Chile, a incentivar a una mujer? Tengo el alma rota en este minuto, y ni siquiera me dan ganas de incentivar”. 

Afortunadamente, Daniela agradece tener una muy buena red de amigos, además de su familia. “Amigos y amigas activistas que se han blindado con esta causa en promover la búsqueda de donantes de sangre que pide el hospital como parte de su protocolo. En buscar testigos. En apoyarme en el ámbito legal, en venir a lavarme la losa, a ordenarme las ollas, el refrigerador, porque no puedo pelar ni un tomate. No me puedo lavar el pelo, no me puedo bañar normal. Vives con un permanente miedo a caerte, porque el cuerpo no tiene el mismo equilibrio”. 

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Lo que partió el martes 13, no se termina ni el día de la operación, ni el día en que Daniela recupere la movilidad de su hombro. Terminará, si es que, se concluye debidamente el proceso legal. 

“Probablemente va a tardar bastante, porque uno entiende que el poder judicial priorice aquellas causas de mayor gravedad. Pero aquí también encontramos esta dicotomía. ¿Qué es grave? ¿Para quién es grave?”. 

Como es de esperar con una lesión de gravedad, los efectos son monetarios, laborales, psicológicos. Según las estimaciones de Daniela, son al menos $260 mil los gastos en boletas. Y menos mal, se operó en un hospital público, porque sino la suma fácilmente aumentaba en 9 millones y medio. 

La figura en estos casos sería un “cuasi delito”, que se podría definir como una acción u omisión que causa mal a otro, sin ánimo de dañar pero con culpa o negligencia. Es decir, que uno no salió con la intención de matar a una persona al conducir un auto. 

“El cuasi, es una figura bien mezquina para quienes son víctimas y sobreviven. Pero más mezquina para los familiares de quienes murieron”. 

“El conductor probablemente, a lo sumo, tendrá un historial negativo en su hoja de vida o algo, pero él no ha visto su vida detenida en nada. Entonces ¿en qué minuto equiparamos la balanza? Yo soy una persona que no cree en la cárcel para todo tipo de delitos. Con esto no estoy diciendo que yo pretenda que el tipo esté preso. Jamás pediría eso. La cárcel no es respuesta a todo tipo de delitos, pero sí me parece que debería existir algún sistema compensatorio para quienes padecemos este tipo de siniestros, en que el que, como decía, nuestra vida se ve interrumpida, detenida y totalmente entorpecida, considerando que yo tengo secuelas de lo que fue siniestro vial por culpa de un conductor que no cumple con la normativa de tránsito, o la pasa por alto, que casi me quita la vida”. 

Otra cosa que Daniela ha aprendido en esta situación, es que es ella, o el/la afectada, la que se tiene que preocupar porque salga todo adelante. 

“Me explicaron que como legalmente no es una causa gravísima, siempre te dicen que si quieres obtener resultados, tienes que moverte. Porque como son causas, entre comillas leves, suele dormirse un poco más, o inclusive, podrían perderse. Y parte del muévete es: consigue evidencia, consigue testigos, como para que se agilice un poco más. Ese es el consejo que te dan, sumado a presentar una querella, pero para eso tengo que conseguirme un abogado”. 

Entre toda su red de contactos, organizaciones ciclistas y amigos, ya saben por ejemplo que no había ningún tipo de cámaras en esa intersección. Ni de la UOCT, ni municipales y tampoco privadas. 

“Ha sido un movimiento transversal del cual estoy muy agradecida. La gente de Revolución Ciclista, el Muévete, que es el colectivo al cual pertenezco, el Movimiento Furioso Ciclista, no más ciclistas muertos, otros colectivos”. 

Si bien la búsqueda de testigos ayudaría a la causa, de todas formas hay en este caso una presunción de culpabilidad del conductor, al girar a la izquierda y no respetar la preferencia del otro.  “Ahora, hay que verlo en la práctica cuando nos citen, pero esa fue la información que me dieron. Pero prefiero que sobre a que falte, porque si tuviera algún tipo de evidencia visual, me refiero a alguna cámara de seguridad, la cámara de algún conductor que iba pasando por el lugar, otro ciclista…”

Hasta el momento de esta nota, Daniela estaba a la espera que la causa apareciera en el Poder Judicial. “Porque según entiendo, tiene que generarse eso para que puedan interceder abogados o abogadas. Ahí también me he ido apoyando muchísimo y agradezco demasiado el apoyo de Carolina Figueroa, de Fundación Emilia, que desde el día uno me ha estado asesorando”. 

“Yo quiero llegar hasta el final de esto. Porque soy una persona justa, y creo en la justicia, y creo que es justo llegar hasta el fondo. O sea, para mí lo importante es no tener ningún gasto económico producto de las afecciones a mi salud. Pero por otro lado, me parece justo recibir indemnización por el gasto de mi vehículo, que quedó completamente deteriorado. Lo mínimo que merezco es la reposición de mi bicicleta. Para mí, ese es el mínimo justo”. 

“Conozco más o menos del tema a partir de los casos de los que he sido testigo y apoyado, y tengo sumamente claro que si la gente que perdió un familiar porque alguien lo arrolló, esas personas no acabaron en la cárcel, tú comprenderás que por lo que viví yo, mucho menos. Primero por un tema de experiencia, pero segundo, como decía, yo no creo en la cárcel como una solución para todo tipo de delitos, y ciertamente este tipo de delito no lo amerita, pero sí tiene que haber algún tipo de sanción que equilibre todos los costos que para mí está teniendo, porque hasta el momento, la única que ha pagado soy yo”. 

***

¿Qué hacer en caso de un accidente? 

Hablamos con Carolina Figueroa de Fundación Emilia, quien nos explicó los pasos a seguir. 

“En caso de ser víctima de un siniestro vial es muy importante que la persona afectada o los acompañantes, o la gente que ve el siniestro vial tome todos los antecedentes del imputado de la causa”, explica Carolina. 

Vale decir:

  • número de la patente
  • ojalá el nombre completo o el RUT

“O sea, la mayor cantidad de información que se levante del presunto imputado ayuda en su momento a la víctima a enfrentar una causa penal en materia de siniestros viales”. 

Luego, continúa Carolina, “es muy relevante el poder hacer el levantamiento a través del parte policial que hace el carabinero. Debe quedar sindicado exactamente cuáles son los antecedentes del siniestro vial”. 

En este caso:

  • por cuál calle iba transitando
  • si se pasó alguien la luz roja y cuál de las dos personas o automóviles estuvieron implicados.

“El mayor detalle que se entregue en un parte policial ayuda luego al Ministerio Público a dilucidar o establecer lo que se llama la tipificación de una causa penal”. 

La tipificación penal es trascendental porque establece a qué ley tienen que adherir ese siniestro vial. Por ejemplo, en el caso de conducción en estado de ebriedad con resultado de lesiones graves, gravísimas o el fallecimiento, está bajo la Ley 20.770, conocida como la Ley Emilia. 

Todas las otras conducciones bajo estado de ebriedad, con lesiones graves, lesiones leves, daños, o bajo la influencia con lesiones graves, leves, daños o incluso la muerte, no están bajo la Ley Emilia. Están bajo la Ley Tolerancia Cero. 

“Entonces, es sumamente importante el generar esa diferenciación. Porque los únicos delitos que están bajo la Ley Emilia, son conducción en estado de ebriedad con resultado de muerte, conducción en estado de ebriedad con resultado de lesiones graves, gravísimas”. 

Las definiciones de grave y gravísimas, son conceptos entregados por el servicio médico legal y tienen que ver con los grados de incapacidad que tienen las víctimas luego del siniestro vial. 

Otro punto importante tiene que ver con el SOAP, el Seguro Obligatorio, que cubre hasta 300 UF en caso de fallecimiento, hasta 300 UF en caso de lesiones que deban ser tratadas posterior al siniestro vial. “Vale decir, producto de un siniestro vial te cubren hasta 300 UF, y también hay una cobertura en relación a sí quedas o no con una lógica de discapacidad de por vida”. 

“Para cobrar y hacer efectivo el SOAP, necesitas el parte policial, necesitas el documento que te da el Ministerio P´úblico, y necesitas en el caso de que tengas operaciones o tratamiento posteriores las boletas. Las boletas no en copia, sino las boletas reales. Las primeras que te dan para presentarlas al SOAP”. 

Una vez presentados los documentos, se demoran cerca de 10 días en resolver cuál es la contraparte de ingreso que te dan. Vale decir, de esas 300 UF cuáles te corresponden en relación a los gastos que tú presentes. 

Hay un año para cobrar el SOAP. Si pasado este tiempo no se ha cobrado el SOAP se pierde. 

Otra cosa que hay que tener en cuenta es que todas las causas penales tienen un número que se llama RUC, que es el Rol Unificado de Causa, o el RIT, que te permiten hacer seguimiento a través del portal judicial de una causa penal pendiente. 

“Toda esta información la entregamos desde Fundación Emilia cuando llegan las causas y es información que la mayoría de la gente desconoce porque generalmente piensan que los van a llamar por teléfono desde Carabineros o desde el Ministerio Público, y eso no pasa. Lo que te llega es un mensaje de texto con el número de RUC o RIT de la causa, y luego tú tienes que hacer los procedimientos en caso de que no exista fallecimiento o lesiones graves, gravísimas, que pasa de Tolerancia Cero, a Ley Emilia”. 

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Etiquetas: , , , Last modified: febrero 25, 2024
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