En los años 80, luego de regresar de Francia y de estudiar fotografía en la Escuela Foto-Arte de Santiago, comencé a salir con mi cámara por la ciudad. Nunca me propuse hacer un trabajo sobre los bares, se fue dando pues pasaba gran parte de mi tiempo en ellos, casi sin darme cuenta. Solía juntarme con buenos amigos en esos lugares porque permitían cierta tranquilidad, cierto anonimato y en ellos el peso de la realidad oprimente se disolvía, al son de las conversaciones, lograba casi desaparecer… Allí el tiempo se medía con brújulas más que relojes y bajo esas luces pálidas y esa semi oscuridad lograba sentir una intimidad pública, donde daba lo mismo si el que estaba en la mesa vecina era un sapo, un tira, o algo peor…
Con el tiempo me di cuenta que tenía bastantes imágenes de bares y tugurios en varias ciudades de Chile. Y así se fue constituyendo esta serie fotográfica que continúo hasta hoy, de manera más esporádica, pero esos lugares siguen interesándome porque de algún modo, a pesar de los cambios de época y decorado, algunos al menos, conservan algo esencial de nuestra manera de ser.
Leonora Vicuña
Carahue, 2018