Por Andrés Santelices
Fotos Paul Plaza
Este año se viene intenso para la presidenta de Educleta, Lisette Jorquera. Como es habitual, gran parte del verano se dedica a diseñar y planificar el año de la organización, la cual por primera vez además de ejecutar planes de formación cívico-vial patrocinados por instituciones públicas, contempla la implementación de un programa de educación vial con una entidad privada.
“Educleta crece día a día y eso me tiene muy feliz. Entre todas las actividades que tenemos este año, destaco el trabajo en conjunto que realizaremos con la Mutual de Seguridad, dando charlas y talleres para niños y adultos. Por otro lado, desarrollaremos por tercer año consecutivo la iniciativa “A la escuela en Bici”, un proyecto realmente bellísimo, donde ciertos días de la semana nos levantamos muy temprano para ir a buscar a alumnos de la Escuela Libertadores de Chile perteneciente al Barrio Brasil de la comuna de Santiago a sus respectivas casas para asistir su trayecto hasta su establecimiento educacional”, dice Lisette.
Con “A la Escuela en bici” volvió a su niñez
Si bien Lisette no recuerda muy bien si le costó pedalear por primera vez porque era muy pequeña, nunca olvidará que su primera bicicleta fue una Mountain Bike. “Tengo muy en la retina que con amigos del pasaje íbamos al Parque O´Higgins a rodar en las pistas de tierra que había en ese entonces, al frente del ahora Movistar Arena. Era demasiado divertido, Lo pasábamos muy bien”, rememora.
Confiesa que en su adolescencia pedaleó con menos frecuencia y que a los 22 años retomó el uso frecuente de la bicicleta. “En el año 2011 se me pegó el ‘bichito’ de pedalear nuevamente para poder ir al trabajo, claro que como no sabía absolutamente nada de bicicletas, hice la peor elección, pues compré una de fierro, chica y sin cambios”.
La principal representante de Educleta destaca que cada vez que participa como monitora del programa “A la Escuela en bici”, es inevitable comparar su infancia con los estudiantes que hoy son beneficiados. La sensación que queda es de satisfacción porque en su niñez no existía dicha instancia.
“De los monitores, yo soy la que vive un poco más lejos de la escuela y junto al Sebastián, uno de los alumnos que vive en Quinta Normal, recorremos casi 6 kilómetros. Para uno esa cantidad no es problema, pero para alguien que nunca ha pedaleado tanto en bici como él, sí lo es. Al principio debíamos parar 4 o 5 veces a descansar, pero cuando notas que con el transcurso de los traslados, él tiene más y más resistencia, al punto que hoy sólo se detiene una vez, dices ‘levantarte temprano vale realmente la pena’. La bicicleta aporta salud, felicidad y motivación a los niños, pero también a su círculo más cercano, a sus papás y es súper gratificante sentir su cariño y confianza”, señala Jorquera.
Como una suerte de compromiso autoimpuesto, la diseñadora gráfica indica que siempre busca trabajos en que su escritorio sea su bicicleta. “Hace un tiempo trabaje en CicloRecreoVía como vigía itinerante, y ahora en Beelivery, empresa que presta servicio de reparto en bicicleta. Lo que más rescato de estos trabajos, es la posibilidad que brindan de conocer más tu ciudad, sentirla más cercana y aprender a apreciarla también, porque muchas veces vemos solo lo malo de Santiago y no lo lindo que es. Por último, también trabajo en Rauda, pyme de accesorios, bolsos y vestuario para ciclistas”.
Nuevamente Mountain Bike
Después de tener por un largo tiempo una bicicleta de paseo -la tercera-, decidió dar un giro y volvió al modelo de cuando era niña. “Recordé lo mucho que quería ir a Carretera Austral y escogí una mountain bike finalmente, que es la más adecuada. Era una de las últimas semanas de noviembre y estaba al límite de Lo Vásquez. Sin tener resistencia, ni haber ‘entrenado’ antes, decidí que debía ir. Sin duda ese fue mi momento más cletero de la vida: pedalear la ruta Santiago-Lo Vásquez, ida y vuelta”, destaca.
Cuenta que desde pequeña quiso vivir la biciexperiencia a Lo Vásquez y fue en las dos últimas versiones donde concretó ese viejo anhelo. “He ido dos veces, 2015 y 2016. La primera vez me emocionó mucho ver la alfombra larguísima que se formaba con las luces de cada bicicleta, sentir que todos lo estábamos pasando bien, y por supuesto, el vientecito helado de un pedaleo libre y constante, sin semáforos ni hoyos gigantes que esquivar. Me sentía como en familia en verdad. Mención honrosa a la gente que iba en patines y caminando. ¡Qué personas más secas!. No digo que ir en bici sea algo fácil, para nada, pero caminar o patinar hasta allá, lo encuentro admirable”, relata.
Pedalear en la ciudad
Lisette describe a Santiago como una jungla, porque señala que peatones, ciclistas, automovilistas y conductores de Transantiago sufren día a día por la falta de respeto. “Desde que estoy en Educleta, me considero una mejor ciclista ya que he aprendido contenidos que antes no sabía y que tampoco por iniciativa propia indagaba. Sin embargo, no me puedo confiar cuando pedaleo ya que en un segundo las cosas pueden cambiar. Nunca he tenido un accidente en bicicleta, doy gracias por ello, pero en muchas ocasiones he estado a punto de chocar con peatones o conductores de vehículos motorizados imprudentes. Si no fuera porque estoy atenta a cada mínimo acto de los demás, de seguro sufriría algún accidente”, resalta.
Aún cuando hay veces en que confiesa que en algunas ocasiones siente impotencia por el nivel de mala convivencia en el espacio vial, tiene claro que todo se resuelve con empatía. “Debemos aprender a movernos correctamente en la ciudad, con pequeños actos como no cruzar con luz roja ya nos estamos cuidando. También debemos saber aunque sea un poquito sobre las leyes del tránsito, cuáles son nuestros derechos y deberes y hacer un boca a boca de ellos”, finaliza.