Por Michelle Raposo
Fotos: Víctor Rojas
La construcción de la esperada ciclovía de la Alameda no solo es una buena noticia para quienes pedalean por Santiago (aunque algunos automovilistas están molestos con su construcción), sino que representa una oportunidad única para repensar la movilidad en la ciudad, reducir la congestión vehicular y avanzar hacia un sistema de transporte más equitativo y sostenible.
El problema de la congestión: una decisión individual, una consecuencia colectiva
Una cosa es cierta. Cada día se suman más autos a las calles y el tráfico va a seguir en aumento, por lo que desde ya es necesario generar alternativas que vayan a favor de una mejor movilidad.
Como explica Maximiliano Lizana, ingeniero civil, Magíster en Ingeniería en Tránsito y docente del Departamento de Ingeniería de Obras Civiles de la Universidad de la Frontera, la congestión vehicular surge cuando la cantidad de autos en las calles se acerca o supera la capacidad de la infraestructura. “Bajo esta condición la introducción de un vehículo adicional en un flujo de tránsito aumenta el tiempo de circulación de los demás”.

Obviamente hay factores que entran en el juego y mueven la balanza. Por un lado, tenemos que la demanda por transporte aumenta en ciertas horas para ir al trabajo o estudiar, ya sea en auto, bicicleta, micro o metro. Por el otro lado tenemos la “oferta vial”: el resultado de la interacción entre la infraestructura existente (como las calles y pistas disponibles), su gestión (dirección del tránsito, tipo de intersecciones) y la misma demanda.
“En un sentido más amplio, la congestión no se trata sólo de cuántos autos hay, sino de un resultado colectivo de decisiones individuales en relación a cómo nos movemos en la ciudad y cómo esto se equilibra con la capacidad de la infraestructura de transporte existente”.
¿Ciclovía = más congestión?
Una de las críticas habituales a la construcción de nuevas ciclovías -especialmente en ejes emblemáticos y hoy saturados como la Alameda- es que “quitan espacio a los autos”, incrementando así la congestión. Pero la evidencia disponible, señala Maximiliano, quien también es candidato a doctor del Institute for Transport Studies de la Universidad de Leeds, apunta al sentido contrario: “Existe amplia evidencia que muestra que las ciclovías reducen la congestión. Cuando una ciclovía es diseñada y usada correctamente su implementación puede mejorar la circulación vehicular de las vías aledañas debido a la eliminación de la fricción entre usuarios de diferentes modos de transporte a través del ordenamiento del espacio vial. Cuanto mayor es el flujo de ciclistas mayor podría ser este efecto”.
Además, agrega, la infraestructura segregada de la ciclovía en conjunto con un diseño cuidadoso que atienda correctamente a las necesidades por maniobras de giro en intersecciones de ciclistas y vehículos también mejora la seguridad vial, reduciendo así los siniestros de tránsito.
A esto se suma otro efecto: “en el mediano a largo plazo, la evidencia muestra que ciudades con infraestructura ciclista bien conectada y segura experimentan un incremento en el número de usuarios de bicicletas debido a un fenómeno llamado demanda inducida: personas se cambian de otros modos al transporte activo. Esto puede llevar a una reducción en el uso de automóvil y por tanto, a disminuir la congestión”.

Gran potencial para el cambio
Un dato para tener en cuenta -según la Encuesta de Movilidad 2024 de Cedeus- es que el 50% de los viajes en auto son de menos de 5 kilómetros, y el 77% de los recorridos en bicicleta se sitúan entre 1 y 6 kilómetros.
Estos números implican, “que existe un potencial tremendo en cuanto a la transferencia de viajes en auto de menos de 5 km a viajes en bicicleta. Distancias de hasta 5 km han sido tradicionalmente consideradas como una distancia ideal para pedalear (15 a 25 minutos). Eso significa que muchos viajes en auto podrían migrar a la bicicleta si se da infraestructura segura y conectada. Una ciclovía bien diseñada en un eje como la Alameda, que es troncal y conecta puntos clave (centros de trabajo, estudio, transporte público), podría entonces capturar una gran parte de esa demanda”, concluye Maximiliano.
Ricardo Hurtubia, docente de la UC e investigador del Cedeus, “se la juega” en un posteo de IG , sobre el número de ciclistas que podrían usar la ciclovía en un futuro no tan lejano, usando la herramienta Ciclo-p , (desarrollada por la U. Católica en un proyecto Fondef), que permite predecir los viajes en bicicleta de una ciclovía tomando en cuenta distintos escenarios futuros.
Una de las cosas que pudo ver es que: “el número de viajes en bicicleta en la punta mañana va a ser del orden de 200 bicicletas por hora en promedio en la ciclovía de la Alameda. Lo que es un flujo bastante alto y esto contribuye en el fondo a los viajes en bicicleta de toda la ciudad, a mejorar la red, la conectividad ciclista y hacer una ciudad más sostenible”.
Otro dato no menor que comparte Ricardo, es que este número significa un ahorro importante de toneladas de carbono “al orden de 400 solamente por la construcción de esta ciclovía”.
La mirada ciudadana: infraestructura ciclista como derecho y como cultura
Si bien una cosa son los números, no hay que dejar de lado el efecto en el lado más humano de la ciclovía. Camila Valdés, coordinadora socio-territorial de Pedaleable -organización que ha estudiado cada ciclovía del Gran Santiago- destaca justamente la importancia de la ciclovía no solo como obra, sino como un paso decisivo en la transformación cultural de la ciudad: “Ha sido bien recibido, sobre todo dentro de la comunidad ciclista, que ante un panorama de deficiencia de infraestructura en general, cualquier proyecto que esté en construcción a favor de la movilidad ciclistas se agradece. Y también tiene a favor que cumple todos los requisitos técnicos que pide el Decreto 102, la construcción de esta ciclovía por lo menos ha cumplido los criterios de anchura, la separación del hormigón también cumple ese criterio”.

Sin embargo, Camila reconoce que aún hay mucho camino por recorrer. Si bien desde lo discursivo las autoridades han hablado de la construcción de cientos de kilómetros de ciclovías, en términos de la construcción de proyectos de infraestructura vial ha sido un poco deficiente.
Por otra parte, la convivencia entre automovilistas y ciclistas no se resuelve solo con infraestructura; requiere educación y campañas de cultura vial para romper la visión, todavía presente entre algunos conductores, de que “merecen estar más en la calle” por pagar permiso de circulación, observa Camila. “En ese sentido sigue siendo un tema de culturización respecto de la convivencia con el auto.
Suma a esta reflexión, la visión de una cultura capitalista, donde el auto tiene “un rol general respecto de cómo podemos movilizarnos”, en un mercado que se regula solo y en que el Estado tiene poco que intervenir.
En ese sentido, este tipo de trabajos también llama a repensar colectivamente cómo queremos que se mueva la ciudad. Si bien estos cambios no ocurren de un día para otro, con cada metro de ciclovías que se construye, ya es un avance hacia una ciudad menos congestionada, más limpia y equitativa.
Etiquetas: actualidad, #CiclismoUrbano, #Ciclovía, #RevistaPedalea Last modified: junio 9, 2025