Derecho a la ciudad, representatividad y feminismo(s), forman parte de las demandas de muchas mujeres en una nación que dice que cambió desde el 18 O pero que, más bien, recién está dando luces de una transformación en la que nosotras tenemos mucho que decir y en un país donde no puede haber una nueva Constitución sin nosotras.
Por Daniela Suau Contreras
Periodista, activista movilidad sustentable y feminista.
A menudo, desde el inicio del estallido social, solemos escuchar que el país despertó o cambió. Entre ambos verbos, me permito decir que existe un mar de diferencias y varios océanos de distancia.
Estoy plenamente de acuerdo cuando decimos que despertamos, porque veníamos de un prolongado y silencioso aletargamiento, salvo ciertos momentos álgidos, como fueron el movimiento estudiantil, contra el alza en el precio del gas en Punta Arenas, Hidroaysén, el movimiento social de Chiloé, no más AFP y la muerte del comunero Camilo Catrillanca; pero nos faltaba un punto de encuentro que, como ciudadanos, nos uniera en una sola voz, una que dijese ¡Basta!
Como feminista, no puedo dejar de relevar hitos como el movimiento por la despenalización social y penal del aborto, la campaña y proyecto contra el acoso sexual callejero, así como la convocatoria –sin precedentes- del 8M de 2019 que logramos en Chile, congregando a más de 400 mil asistentes sólo en Santiago y 800 mil a nivel nacional, según la Coordinadora Feminista 8M.
Pero nuestro gran encuentro ciudadano tendría su lugar a pocos días de comenzar la primavera de 2019; en la columna vertebral y el corazón neurálgico de concentraciones en Santiago, así como en decenas de otras urbes a lo largo del país. Muchos muros así lo rebelaban: “No fueron 30 pesos, fueron 30 años”. Nos aburrimos del aletargamiento y bastó el alza del precio del Metro, como para que saliésemos en masa a manifestarnos.
Muchos, además de expresarse en el espacio público, hallaron otra forma de evasión al sistema y se plegaron a la adaptación de la consigna iniciada por los estudiantes: «Evadir, pedalear, ¡otra forma de luchar!». Así fue como en muchos lugares de Santiago, las mediciones de ciclistas en las calles se duplicaron a pocas semanas del estallido social.
Los patrones y la experiencia de movilidad de las personas, ante el escenario de crisis social y de movilizaciones, el cierre de parte de la red de Metro en Santiago y una menor oferta de buses de transporte público, permitió que volviésemos a experimentar un fenómeno de más bicicletas en las calles, que, pese al importante incremento anual que tiene este vehículo cada año, no veíamos de esta forma desde la puesta en marcha del Transantiago en 2007.
Una vez más, la bicicleta demostró sus ventajas como medio versátil y útil ante escenarios de emergencia, permitiendo que las personas puedan movilizarse eficientemente. Otra evidencia que pone en la palestra que no debemos basar toda la movilidad en un sólo medio de transporte, sino que tenemos que ser capaces de adaptarnos a las nuevas necesidades y a desafíos futuros, como contar con una matriz de transporte diversa, multimodal, donde la bicicleta puede desempeñar un buen rol y lo visto desde el estallido así lo demuestra.
Un Chile que despertó y comenzó a escucharnos
Decir que las mujeres despertarmos, no sólo sería una falacia, sino una falta de respeto para todas aquellas activistas feministas que vienen luchando por nuestros derechos desde hace décadas; por ello, lo que corresponde decir –más para quienes nos sumamos hace pocos años-, es que el estallido nos brindó una vitrina en la que nos comenzaron a ver y a escuchar.
Si bien son numerosas las luchas feministas chilenas y demasiadas las mujeres que las han librado, no es aventurado decir que la plaza pública en la que nos reencontramos desde el 18 O, fue el caldo de cultivo necesario para las nuevas demandas feministas que se venían gestando desde hace años. Luego de una movilización histórica para el 8M en 2019, la performance de Las Tesis el 20 de noviembre, transcurrido un mes del estallido de octubre, surgió como una revolución de las mujeres en las calles.
Surgió un lugar de reencuentro entre nosotras, así como de hacernos escuchar, no sólo en Chile, sino a nivel mundial y en distintos idiomas. Porque las que transitamos en el espacio público, sabemos que el derecho a la ciudad no es igual para hombres y mujeres, por no decir que es casi inexistente para nosotras. Precisamente sobre la vulneración de nuestro libre tránsito en el espacio público, la estrofa “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”, no pudo ser más oportuna.
Fue esa emoción colectiva, la posibilidad de poder reconocernos en la calle, mirarnos y decirnos: “A mí también me pasó, no estás sola compañera”, el que a muchas nos cambió, en la forma de vernos pero, más importante aún, en la forma de organizarnos. Para algunas, entre las que me incluyo, la fuerza y la energía que surgió tras estos encuentros, fue determinante para que sintiésemos que esto no podía quedar acá.
Habiendo sido anunciado hacía pocas semanas el histórico acuerdo para una Nueva Constitución, donde la participación ciudadana sería clave, muchas de quienes experimentamos la fuerza que conllevó el reunirnos en la performance de Las Tesis, sentimos que debíamos darle forma a este movimiento.
Bajo este sentimiento común, nació la iniciativa del Partido Alternativa Feminista (PAF), hoy oficializado por Servel como partido en formación y activamente en campaña nacional para reunir las firmas que nos exige el órgano electoral; con un propósito claro y basado en los principios feministas –pese a las contradicciones que para muchas compañeras represente y así respetamos-: conformarnos como un actor político que cuente con representantes feministas en lo que será el proceso constituyente en Chile.
Una nueva Constitución no puede excluir nuestras demandas, ni a la fuerza del 52% que representamos las mujeres en Chile, porque tal y como hemos clamado en las calles: ¡Nunca más sin nosotras!