Por Claudia Rodríguez Torres, directora ONG No Chat.
Crear la cultura de compartir los espacios viales es un tremendo desafío que se debe abordar de manera urgente.
Existe un amplio consenso internacional sobre la sustentabilidad de la movilidad urbana que exige priorizar a los peatones, a los ciclistas, al transporte masivo, y por último a los automovilistas, pero la distribución actual del espacio vial en nuestras ciudades no le da sentido a esta lógica, sino que a una absolutamente contraria.
El discurso de fomentar el transporte público y desincentivar el transporte motorizado privado ha fracasado sistemáticamente en Chile. Según la encuesta Origen Destino de Santiago, el porcentaje de las personas que usa transporte público ha ido disminuyendo desde un 83% en 1977, a un 70% en 1991, a un 52% en 2001 hasta un 47% en 2012.
Según cifras entregados por el INE, 5.190.704 vehículos circularon en Chile durante el año 2017, siendo la Región Metropolitana la que concentró el 39,3% de todo el parque automotriz, seguida por el Biobío (10,9%) y por Valparaíso (10,4%). Actualmente el parque motorizado ha seguido en constante aumento.
En los últimos años han surgido movimientos sociales necesarios que buscan democratizar los espacios públicos en una ciudad visualizando nuevas problemáticas sobre la convivencia vial. Hace 5 años que ONG No Chat tomó la bandera de trabajo sobre el riesgo asociado al usar y manipular dispositivos móviles al conducir o caminar, levantando datos, convenciendo a diferentes actores logrando la aprobación del proyecto que aumenta las sanciones por conducir manipulando cualquier dispositivo móvil que distraiga al conducir.
Por otro lado, está la convicción de los ciclistas organizados que solicitaron ser visualizados e incluidos como una nueva forma limpia y sustentable de desplazarse por la ciudad, con claros beneficios sobre la congestión, salud y contaminación de un país, hasta lograr la Ley de Convivencia que los posiciona como otro medio de transporte a usar en el espacio vial.
Lo más universal en el medio vial es que todos somos peatones en algún momento, es la característica en común de todas las personas que comparten un mismo espacio. Caminar es la forma fundamental de desplazarse, barata, limpia, no requiere energía fósil, tan sólo la propia del individuo proporcionando beneficios importantes para la salud y bienestar. Es accesible, exceptuando a los que tienen movilidad reducida, no categoriza por nivel social, cultural o económico siendo para muchos una actividad muy grata.
Si tomamos el concepto de “Ecosistema”, como un conjunto de organismos vivos que comparten e interactúan en un mismo espacio o hábitat, se puede ver que es posible aplicar esta definición al espacio vial. Siendo un lugar de encuentro de distintas realidades y diversidades que interactúan permanentemente.
Tal como lo expresa el estudio de Trasportation Forum de la OECD, “Las ciudades son lugares para vivir, establecer contacto y relacionarse con otras personas. El espacio urbano es para usos peatonales, caminar es fundamental para la existencia humana y la calidad de vida.”
El modelo urbanístico basado en grandes arterias viales, dispersión urbana y proliferación de mega-superficies suponen una grave amenaza para la convivencia, el desarrollo sostenible y la participación social en el país. Pero ¿cómo logramos compartir entonces los mismos espacios viales, teniendo como base la convivencia y el respeto entre todos los usuarios?
Es esencial mirar este Ecosistema vial bajo el concepto de democratización del espacio público, entendido como la forma más eficiente y equitativa posible de abordar y/o atender las diferentes realidades de las personas que lo utilizan y lo disfrutan.
Por ello, se debe apostar por un modelo de país y de ciudad sostenible, inclusiva y democrática, revitalizando barrios, desarrollando infraestructura planificada acorde a las necesidades de los diferentes usuarios, fortaleciendo la convivencia logrando una movilidad urbana armónica y alcanzable para todos.
Como país tenemos un gran desafío por delante; diseñar espacios viales apropiados con sentido de pertenencia, sociabilidad, integración y con identidad propia de los usuarios que lo utilizan. Los espacios públicos son de todos y para todos.