Por Daniela Suau Contreras
Periodista, activista movilidad sustentable y feminista.
Con casi un millón de desempleados y una desoladora cifra de desocupación que llega al 12,2% a nivel nacional, un segmento de la población que no pertenece al sector formal y vive del día a día, sumado a personas que este año pasaron a estar en situación de pobreza, las consecuencias de la pandemia ocasionada por el coronavirus han sido devastadoras.
El covid-19 no sólo ha golpeado a las comunas más pobres, que son las que han sufrido más intensamente la enfermedad, sino que ha devastado los bolsillos de muchas familias. Así es como reaparecieron las «ollas comunes» en Chile –reviviendo recuerdos de la crisis económica durante la dictadura-, para enfrentar la precariedad y la falta de comida, al igual que otras iniciativas que además de ser solidarias se han propuesto ser sustentables.
Bicipan, una cadena de solidaridad y voluntades
Ante la falta de alimentos, en Pudahuel han surgido diversas acciones barriales, llegando a tener hasta 70 ollas comunes. En este contexto nace el Colectivo Bicipan, quienes preparan pan y lo reparten en bicicleta a las personas que más lo necesitan.
Llevan casi tres meses funcionando, trabajan en turnos rotativos de lunes a viernes para amasar, hornear y repartir. De esa manera logran distribuir de mejor forma las labores y mantener las medidas sanitarias correspondientes.
Comenzaron con un catastro realizado por la junta de vecinos de la Villa Marta Brunet, en la zona sur de la comuna, el que ha ido creciendo a causa de las necesidades de las personas y los ha llevado a ampliar la ayuda a villas cercanas.
“Siendo conscientes de lo que sucede, quisimos levantar una iniciativa que fuese en apoyo a lo que ya se estaba haciendo en otros sectores con ollas comunes solidarias y considerando que el pan es de consumo diario, levantamos esta amasandería colectiva entre amigos y amigas, con la ayuda de la junta de vecinos. Repartimos pan a domicilio a personas que están pasando necesidad, como adultos mayores que viven solos y algunos que enfrentan el contagio del covid-19”, cuenta Cinthya Muñoz, integrante de Bicipan.
En cuanto van saliendo los panes del horno se llevan de inmediato a los domicilios y como lo hacen en bicicleta, logran que el pan llegue calentito. En Pudahuel hay zonas que están muy desconectadas, por lo que este vehículo es idóneo y eficiente para la conexión local, además de que permite reivindicar el uso de la bicicleta en el barrio. Así lo entienden y valoran en el colectivo.
La labor autogestionada comenzó con donaciones de los mismos integrantes, por lo que iban resolviendo el presupuesto a medida que pasaban los días. Luego y gracias a la difusión en redes sociales y medios locales, empezaron a recibir donaciones, tanto de insumos como de dinero, pudiendo proyectar el trabajo semanalmente.
Lasdonaciones en ingredientes, como harina, levadura y aceite, entre otros, han llegado a través de postulaciones a empresas privadas, organizaciones del sector y de los mismos vecinos y vecinas que traen sus aportes directamente a la sede social donde funcionamos. “Muchas veces quienes contribuyen son las mismas personas a quienes beneficiamos con el pan, que aún teniendo poco, aportan al trabajo colectivo y de esa forma se hacen parte, convirtiendo este trabajo en una cadena de solidaridad y de voluntades hacia nuestra gente”, relata Cinthya Muñoz.
El hecho de que el pan sea repartido directamente a los domicilios les permite darse cuenta de la buena acogida por parte de las personas y mantiene vivo el contacto con sus vecinos y vecinas. Además, como en muchos casos son adultos mayores que viven solos y que esperan su llegada, también logran que se sientan acompañados y que se preocupan por ellos, por el solo hecho de saludarlos y entregarles su pancito.
Para variar, ocasionalmente y gracias a vecinas que se dedican al rubro y han aportado con su trabajo, han podido entregar alimentos como marraquetas, sopaipillas y calzones rotos. Todo esto varía según las donaciones que van recibiendo. Para celebrar el día del niño y la niña, recolectaron aportes para hacer una caravana de ciclistas disfrazados, la que repartió dulces y otros regalitos en las casas.
“Entendemos que la necesidad y la falta de recursos nos acompañará por un tiempo, es por esto que por nuestra parte seguiremos manteniendo y proyectando Bicipan, quizás como una futura amasandería popular que mantenga la ayuda a vecinos y como una posibilidad de crear empleos en el mismo barrio”, cuenta Cinthya Muñoz.
También menstruamos, visibilizando una necesidad
“¿Hay algún gobierno que piense en las niñas, mujeres, hombres trans/no binarixs en cuarentena cuando menstrúan?, ¿hay alguna canasta básica que considere productos como toallas higiénicas, tampones, copas menstruales y otros, como de primera necesidad?, ¿cuál debería ser el rol del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en este contexto?”
Así comenzó el llamado de atención del colectivo Cicletada de las Niñas, que el pasado 22 de mayo dio inicio a la campaña También Menstruamos, pensando en llegar a todas y todos quienes, independiente de su situación económica, necesitan productos de primera necesidad, como son las toallas sanitarias.
Partieron con una recolección de dinero para la compra de toallas higiénicas, pensando que harían una campaña que duraría algunos días y les permitiría levantar entre $150.000 a $200.000, pero terminaron reuniendo más de $2 millones. Ya llevan dos meses y medio, finalizaron una primera etapa y todavía les quedan insumos disponibles para entregar a las personas y están proyectando nuevas etapas.
Los primeros 3.000 paquetes de toallas higiénicas fueron entregados con sistema de bicicletas de carga, llegando en dos oportunidades a 10 territorios cada vez. La logística fue posible gracias a la colaboración de amigos ciclistas que tienen bicicletas cargo, quienes se comprometieron llevando 150 paquetes cada uno, a comunas como La Granja, Peñalolén e Independencia.
Sobre la recepción de las personas, María Paz Castillo, integrante del colectivo, cuenta que: “Ha sido súper buena, en general. Además, causó harto ruido en redes sociales cuando se puso en tela de juicio lo que contenían las cajas de ayuda por el covid-19 que entregaba el gobierno. Ya hemos entregado más de 3.000 paquetes de toallas desechables, 150 toallas reutilizables y copas menstruales. También seguimos fabricando toallas reutilizables”.
Fruto de la alta convocatoria y su efectividad, así como de avanzar a otra etapa de la campaña, en el colectivo Cicletada de las Niñas comenzaron a cuestionarse los materiales de las toallas higiénicas y empezaron a repartir copas menstruales. Sintieron que no podían hacer un esfuerzo sólo por llevarlas de manera sustentable en bicicleta a todo Santiago, sino que debían replantearse las formas de gestión menstrual disponibles: “Sabemos que no es una opción para todas, pero que sí podría implicar un cambio de estilo de vida para siempre para muchas, además del ahorro y reducción de contaminación que generaría”, afirma María Paz. Otro elemento que valora la integrante del colectivo, tiene que ver con cómo se ha desarrollado la labor que se encuentran realizando: “Ha sido una gran experiencia, porque no ha sido una ayuda desde una estructura vertical, sino de compañeras, porque ¿quién no ha necesitado una toalla de emergencia? Y así queremos permanecer. Con algunos territorios, incluso, seguimos en contacto permanente de colaboración”.