Por BiciRed Colombia
El primer trimestre del 2020, año que muchos no cuentan por la pandemia y cuarentena desatadas, se evidenció en redes sociales de diversas municipalidades alrededor del mundo, la implementación de vías temporales ciclistas, en algunas ciudades nombradas como emergentes, para afrontar eso que nos obligaron a aceptar y nos llenó de terror, con un bicho que se nos metía por cualquier rendija de la casa, así nos dijeran que abriéramos las ventanas para la circulación del aire y otras recomendaciones con alcohol y tapaboca; también vimos cómo estudios de muchos institutos alrededor del mundo recomendaban distancias risibles y cómo los aerosoles que respiramos, se traspasaban de unos a otros entre ciclistas, todo especulaciones de algo que no sabíamos cómo tramitar, cómo afrontar con situaciones apocalípticas nunca vistas por nuestros contemporáneos. Además de medidas bioseguras, las restrictivas a las aglomeraciones en espacios cerrados, el distanciamiento físico, hicieron que el uso masivo de transporte público y colectivo entrara en crisis y las ciudades se paralizaron con el comercio cerrado.
En Colombia, donde un ex alcalde de Bogotá dijo que era la capital mundial de la bicicleta… según datos murieron en el 2019 más de 60 ciclistas, la palabrería y buenos deseos de un alcalde no convierten a una ciudad como capital mundial de nada, además que no es una competencia por ser la mejor, sino la que brinde mayores oportunidades y equidad a sus ciudadanos. Y fue allí en 2020 a inicios de la pandemia y con una cuarentena estricta que con el objetivo de descongestionar el transporte público y prevenir la propagación del COVID-19 se implementan ciclovías temporales, que como París, Londres o Ciudad de México también establecieron esos carriles salvavidas.
Han sido muchos kilómetros en vías que anteriormente no tenían ninguna prelación o segregación, pero que gracias a la pandemia, se destinan recursos para implementar esos carriles, en algunos casos vías completas, para el tránsito de bicicletas, un medio de transporte considerado como una de las alternativas más higiénicas para movilizarse, ya que evita el contacto cercano y las aglomeraciones del transporte público.
Sin embargo no todo fue fácil, pues el vandalismo y robo de muchos de los segregadores conocidos como “maletines” y conos, fueron el lunar que incrementó el peligro de estas vías. En muchas ciudades, colectivos denunciaron las dificultades que corren los ciclistas al intentar usar estas vías “segregadas” que por la alta exposición al riesgo y su alta permeabilidad e invasión por parte de motociclistas, son en muchos casos, peores que la solución que quieren presentar. Estas denuncias calaron en la opinión pública, en algunos casos y gracias a redes sociales y al eco que hizo la prensa, fueron mejoradas y segregadas con obra civil dejando de ser emergentes o temporales para convertirse en permanentes espacios seguros para la movilidad activa, y en otros casos desmontadas; en el peor de los casos aún se tienen destinadas como ciclovías temporales, como “espacios colonizados” que han sido y siguen siendo altamente vulnerables y poniendo en grave riesgo a quienes las utilizan.
Consideramos que las intenciones con las ciclovías temporales son loables y muy importantes para muchas ciudades y que cada acción que se realiza en pro del fomento del uso de la bicicleta como transporte es plausible, sin embargo garantizar el libre tránsito de ciclistas sin ser amedrentados por motos a velocidad en contrasentido, autos invasores y mal parqueados y las quejas de que se les está quitando espacio para sus desplazamientos, es no tener conciencia del poco espacio público que tienen muchas ciudades y que mientras más autos y motos, más contaminada, ruidosa, insegura y congestionada será la ciudad, enfermándonos de estrés y enfermedades asociadas a la mala calidad del aire, así como la ocurrencia de incidentes graves y muertes que son otra pandemia de la cual, poco se habla y menos acciones reales y contundentes vemos.
En otros casos también se facilitaron ciclovías emergentes, no temporales, que llegan a consolidarse como una nueva vía ciclista no planeada o que gracias a la pandemia, se aceleró su construcción. Ciudad de México es una de ellas en la que la vía Insurgentes fue complementada con una ciclovía que atraviesa la ciudad, facilitando el uso y conexión que anteriormente no existía. Se consiguió el presupuesto para gran parte de esta vía que inicialmente es de gran velocidad y que conecta con la UNAM, pacificando un poco, a pesar de que aún no se tiene la segregación deseada, pues lo que hay es una simple línea pintada de color amarillo y algunos segregadores a bastante distancia, lo que genera invasión de automotores, generando conflictos entre ciclistas y otros conductores.
Las transformaciones que ocurrieron gracias a la pandemia han sido enormes, se aceleran procesos tradicionalmente lentos, la premisa de que si pones ciclovías o como les decimos en Colombia, ciclorrutas, ciclistas llegarán, fue efectivamente comprobada al corroborar con estadísticas de aquí o allá, incluso de números de niños y mujeres, lo cual indica una ciudad puede llegar a ser más amable para todas las personas que la habitan, incluso para otros modos y usos de transportarse de manera amigable con el medio ambiente y transportar incluso carga o hasta personas.
Consultamos con el compedal Carlos Pardo por información relacionada con el tema y nos compartió el siguiente índice que con Tab Combs armaron una base de datos que muestra cuáles ciclovías temporales han permanecido, no son tantas, pero sí da algo de alivio saber que varias han persistido aún.
El problema es que toca esperar al menos un año para ver los resultados reales.
La base de datos está acá: https://www.pedbikeinfo.org/resources/resources_details.cfm?id=5235 – y también hicieron una visualización de todo en: https://datasketch.github.io/mobility-actions/
La lucha por ciudades más ciclables, se hizo evidente cuando salimos de cuarentena y todo volvió a la “anormalidad” pues la velocidad, los incidentes y muertes se dispararon, de nuevo volvió el caos en las vías, el ruido y la contaminación y el miedo de muchos, que probaron vías temporales, pero que vieron cómo se reducían los anchos de estas vías o cómo desaparecían por presión de comerciantes, gremios y propietarios de automotores, que no fueron capaces de probar un transporte seguro, limpio, saludable, provechoso para la salud física y mental que descongestiona las ciudades.