Muralista integrante del estudio creativo La fuerza colectiva
Por Equipo Pedalea
Video Natalia Espina López
Cuando pequeña tuve bicicleta, pero no fue hasta los 14 años que tuve un encuentro mucho más especial con una bici. Recuerdo que estaba en un parque cerca de mi casa en San Ramón donde crecí, y apareció un amigo, un personaje del barrio, que era conocido como El Veneno, este personaje es como un referente en el barrio por diversas cosas, una de esas las bicicletas.
Recuerdo que cuando él llega a este grupo de amigos llega en una mini, de estas como Machuca, y era completamente dorada, como que él la había pintado -yo creo que con spray- completamente dorada, y me llamó mucho la atención, se veía muy divertido en la bicicleta andando muy cómodo. Recuerdo que quedé loca con la bici dorada y le pregunté muchas cosas de la bici y me dijo: ´¡úsala, anímate!´, y usé la bici, di un par de vueltas y me encantó, quedé flechada con la bici, con la comodidad al subirme y lo liviana que era. Esa bici me marcó mucho.
Un tiempo después, fui a la feria, mi pasión de los fines de semana de la infancia y una pasión que he mantenido en el tiempo, la feria y sus cachureos. Me acuerdo que estaba en la feria cerca de mi casa y encontré una bici mini negra. Era perfecta, era igual a la otra y me salió muy barata, creo que como 15 o 20 lucas hace como 20 años atrás.Y esa bicicleta mini la tuve varios años. Era bacán, negra con el metal plateado se veía muy bonita.
En esa época usaba la bici para moverme por todo el barrio y bueno era pequeña, no pintaba murales, pero sí me sirvió mucho la bici para recorrer mis barrios y poder mirar de cerca los muros, pedalear a ver muros nuevos, poder detenerme a mirarlos con calma. Años después empecé a pintar. Siempre la bicicleta ha sido un gran medio de transporte para mí, suelo andar en bici y cargar en la mochila y bolsitas de mano mis pinturas y pedalear a los muros.
Cuando me vine al centro a vivir al barrio Yungay -siempre con mi bicicleta- fue cuando empecé a pintar murales. El barrio Yungay me invitó a pintar murales, es un barrio que está completamente pintado y los trayectos son cortos, entonces puedo moverme en bici con mis pinturas y conseguirme el muro con algún vecine, pintar y pasar una linda tarde. Así partí en el muralismo, pintando los fines de semana, disfrutando de compartir en el barrio con amiges, dejando una obra y un aprendizaje en la calle.
Mural Igualdad
Fue una tremenda experiencia poder pintar un muro así de grande, teníamos un tiempo acotado, gracias a eso es que planificamos muy bien todo el proceso. Como el muro se llama Igualdad, consideré que era muy importante que el equipo fuera igualitario, hicimos un equipo de 10 personas -5 hombres y 5 mujeres- y en el muro pintamos 6 pintores en dos grupos. Fueron jornadas super intensas, muy bien pensadas y planificadas, lo que ayudó a que fuera una linda experiencia de puro aprendizaje y de trabajo en equipo. De días muy lindos porque justo se topó con el equinoccio de otoño entonces el cielo estaba increíble, el clima perfecto, así que creo que ese mural aunque fue grande y difícil, fue una hermosa experiencia de aprendizaje y buenos momentos.
En el proceso mientras pintábamos a 60 metros de altura, constantemente miraba la ciclovía que hay ahí y trataba de saludar a los ciclistas. Creo que además de ser un regalo para el barrio también es para los ciclistas que pasan por esa ruta. Soy de esas ciclistas que pasa por esa ruta entonces me emociona, y consideraba en el proceso que tal vez para los que pudieran estar pasando en ese instante o todos los días de trabajo también sería una gran experiencia. Me gusta que estos procesos se puedan compartir, y que el resultado trascienda mi experiencia personal, pienso que cada vez que alguien vea el muro va a volver a sorprenderse y va a darle vida. Nosotros lo dimos todo para pintarlo, pero luego el muro queda en la ciudad y son los habitantes los que hacen que este muro y este proyecto tenga sentido, feliz de dejar un poquito de mi en la ciudad.
Volviendo a la bicicleta, tengo el recuerdo de usar mi bici mini, mi Machuca por muchos años, incluso cuando me vine a vivir a Santiago centro. Tengo la anécdota de juntarme una vez con unas amigas, dos hermanas la Cami y la Sofi que me invitaron a un carrete como por Portugal. Vivo en el barrio Yungay y teníamos que pedealear a Portugal, que es relativamente cerca, pero ellas dos muy ciclistas tenían unas bicis pisteras. Entonces ellas iban en sus pisteras y yo en mi mini, y tengo el recuerdo de que ellas pedaleaban una vez y yo tenía que pedalear como 10 veces para poder alcanzarlas y compensar un pedaleo de ellas en sus pisteras. Fue muy gracioso y muy ridículo también, muy cansador ir en subida tratando de alcanzar el ritmo de las chiquillas. Así que creo que fue ahí en donde dije que esa bicicleta ya no me servía para la ciudad y que debía cambiarme a una pistera, muy parecida a la que uso hoy en día.
Además de mi bici Machuca de cuando era chica en el barrio donde crecí y después de cambiarme al centro y tener la pistera, durante muchos años estuve viajando por distintos países de latinoamérica. En los que más pude traté de conseguir bicicleta o comprarme una o buscar alternativas para poder habitar las ciudades en bicicleta. Creo que mi mejor experiencia en bici de esa época, fue un tiempo en que viví en la isla Bocas del Toro en el Caribe de Panamá frontera con Costa Rica, un lugar extraordinario, hermosísimo, que era muy fácil habitar en bicicleta. Podía arrendar bicicletas, en cualquier negocio estaban a disposición. Me compré una bici también y era increíble casi a pies pelados andar en bici por toda la orilla de la isla, pedalear 15 minutos y llegar a una playa paradisiaca, hermosísima solo con la bicicleta, creo que ha sido de mis mejores momentos en bicicleta. Tengo muchas historias, pero esa del caribe, esa experiencia donde estuve casi un año viviendo ahí fue tremendo, me encantaría poder estar ahí ahora solo con mi traje de baño y mi bicicleta e ir a nadar donde quisiera.
También con relación a los viajes es que fui el 2019 a Europa, quedé muy sorprendida de lo preparadas que están las ciudades allá para los ciclistas. Al reconocer eso, te das cuenta de todo lo que falta en Santiago sobre cultura ciclista. Una de las cosas que me sorprendió fue Copenhague en Dinamarca, hay bicis en todos lados, estacionadas a veces ni siquiera con candado, solo apoyadas. La cantidad de gente que hay en bicicleta y que hay calles, ciclovías amplias para bicicletas, no como acá en Santiago donde hay ciclovías muy angostas. Allá eran calles completas dónde podía haber 2, 3 o 4 bicicletas a la par subiendo a un costado de la vía de los autos, y por el otro lado de la calle donde los autos iban en bajada, también había otra vía completa para bicicletas. Así da mucho gusto recorrerlas en bici.
Creo que Santiago es una ciudad perfecta para poder pedalear, pero falta mucho, mucho avance y mejoras para poder recorrer la ciudad en bici y con seguridad para que no hayan más muertos en bicicleta.
Hoy en día uso una bici que me armaron a mi medida y gusto, yo tampoco soy tan matea con la bici, solo según mi experiencia, pedí que fuera de mi gusto y comodidad, pero no tengo idea de nombre y marca, solo que es una pistera que era de colores y pedí que fuera negra mate. En un momento quería que fuera de una velocidad pero finalmente le pusimos cambios para poder moverme más cómoda.
Desde que ando en bici, no concibo la vida sin bicicleta. Trato de siempre tenerla en óptimas condiciones para sentirme segura y llegar donde quiera. De hecho, me ha pasado que a veces uso bici de otras personas, porque presto la mía o por una u otra razón, y me ha tocado usar bicis de otras personas, me he dado cuenta de lo buena que está mi bici y lo importante que es tener una bici en óptimas condiciones, así que feliz con mi bicicleta y feliz de poder ser autónoma, y moverse independiente, pedalear en el horario que tú quieras por las rutas que tú quieras. Creo que esa autonomía es de los beneficios más importantes para mí, además de que también te impulsa a tener una actividad física y estar en movimiento y en acción, creo que es bacan la bici para eso.
La bicicleta para mi es una de las cosas más lindas que experimento en mi vida a diario, en mi cotidiano. Además de ser un aporte a la salud física, tiene también un aporte a la salud mental de cada persona. Pienso que también es un aporte a las ciudades, a descongestionar las ciudades y eso se vuelve un aporte medioambiental. Entonces, en este caso, la bicicleta deja de ser sólo una experiencia personal, sino que se vuelve una experiencia colectiva y esto hace que cobre mucho más sentido subirse a ella. No es solo la experiencia de pedalear, sino que una decisión política para mi gusto, de habilitar este presente desde una acción tan simple pero tan poderosa. Creo que nunca es tarde para animarse, aprender a andar en bici o aprender a conocerse sobre ella, aprender a conocer las ciudades. Cada vez que viajé y anduve en bici en una ciudad que no conocía era como empezar de cero. Con eso me atrevo a decir que nunca es tarde para intentarlo y para ser una ciclista en las ciudades.