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El amor colectivo siempre nos salva

“El atractivo de una ‘comunidad de semejantes’ es el mismo que tiene una póliza de seguro contra los riesgos que colman la vida cotidiana de un mundo polifónico. No disminuye los riesgos, menos aún los elimina. Al igual que todos los paliativos, solo promete un refugio de los efectos inmediatos y más temidos”

fragmento de Amor Líquido, Zygmunt Bauman.

Por Jimena Pérez Marchetta, Alcaldesa de la bicicleta, Salta, Argentina

Estar sola. Estar acompañada. Amor propio. Relaciones tóxicas. Una relación monogámica. Poliamor. Vínculos sexoafectivos. Vínculos sólo afectivos. Demisexualidad. Sapiosexual. El mercado del amor. Viejas y nuevas formas de vincularse.

El amor puede ser un poco complejo, pero cuando se intersecta con el activismo las cosas pueden complicarse aún más.

Y con amor no sólo me refiero a vínculos sexoafectivos, sino a un montón de otros tipos de amor que existen como consecuencia de la participación ciudadana e interacturar con personas que, desde muchas perspectivas, son muy interesantes y que ni en tus mejores sueños te habrías podido cruzar con ellas, de no ser por el activismo.

Me crié en una sociedad muy conservadora del noroeste argentino, donde al igual que en muchas ciudades latinoamericanas nos inculcaban el estereotipo de la relación monogámica heterosexual. Así fue como a los 27 años y luego de una larga relación me casé con un hombre muy amoroso y bueno, pero luego de 13 años no teníamos mucho en común (¡lo que está perfectamente bien!). Las relaciones para toda la vida, es la primera falacia “de generalización” que nos plantea el amor romántico, a veces funciona pero la mayoría de las veces no.

Yo había descubierto el activismo unos años antes de separarme y de a poco me fui relacionando con personas con intereses similares a los míos: las bicicletas y la ciudadanía organizada. Fue en el 5to Foro Mundial de la Bicicleta en Chile, donde empecé a descubrir el amor por personas que hacían lo mismo que yo y en la primera asamblea de Argentina en Bici (red de organizaciones a favor de la bicicleta en Argentina) despertó en mí el sentimiento más profundo hacia activistas que semanas antes no conocía.

¿Qué nos genera el activismo del otre?

La admiración juega un rol importante, en especial, cuando hablamos de amor y deseo. Esta fascinación lo potencia todo y sube el volumen cuando admiramos a esa persona que hace lo mismo que nosotres.

Podría hablar del ego pero como no soy psicóloga, me voy a referir al concepto “Sapiosexual”, que se utiliza para definir a aquellas personas que consideran la inteligencia como el principal factor en la atracción sexual. Si bien no todos los casos son iguales, hay quienes nos sentimos muy atraídas por el intelecto del otre: su pasión al hablar, las cosas que dice, lo que lee y, en otros casos, como sucede con la “Demisexualidad”, nos sentimos atraídas solamente por aquellas con quienes establecemos un vínculo previo y tenemos un afecto significativo.

En el medio no podemos negar que hay mucha idealización, que puede ser un tanto peligrosa, sobre todo en nuestro primer ‘crush’ activista, más aún cuando esa idealización no nos permite ver a la persona tal como es (¡humana!) y nos lleva a un estado de dependencia, obsesión y seguido, seguramente, de una desilusión.

El castillo de naipes puede derrumbarse varias veces pero, aunque no lo crean posible, siempre hay más y depende de nuestro trabajo personal de introspección, cómo serán nuestras futuras relaciones, habiendo ganado cierto aprendizaje pero sobre todo, enfocándonos en el amor propio.

¿Cómo influye esto en el activismo?

Cuando el amor es correspondido y consensuado, todo resulta maravilloso, pero cuando esto no sucede o deja de suceder, debemos preguntarnos cómo afecta esto: primero a nosotres y segundo al activismo, y a otras personas involucradas en los mismos proyectos.

Para esto voy a plantear algunos escenarios posibles. Para hablar de amor debe existir consenso, caso contrario sería acoso y/o abuso. Es común encontrarnos con personajes, sobre todo varones heterosexuales, que aprovechan espacios de activismo donde las personas suelen ser más vulnerables, más aún, cuando quien acosa cumple un rol de poder dentro de una organización.

Cuando todas las partes están de acuerdo en iniciar una relación, cualquiera sea el tipo, el activismo puede verse muy beneficiado de esta sinergia que dos o más personas generan. El trabajar en conjunto con alguien que amas, admiras y además pasas un tiempo extra, nos trae una satisfacción doble cuando vemos materializados proyectos que tienen una carga emocional y social muy grande.

¿Qué sucede con esos proyectos cuando los vínculos empiezan a ser tóxicos o se rompen?

Párrafos antes hablaba de la idealización y también del amor romántico, entendido como una idea del amor basada en mitos, como los celos como señal de cariño, que el amor verdadero es para siempre, que el amor lo puede todo, la media naranja, etc. Estas nociones suelen ser muy nocivas para una relación.

Pero, ¿qué sucede con los proyectos activistas en común y que muchas veces incluyen a otras personas, cuando el vínculo amoroso se rompe o empieza a ser conflictivo? Aquí voy a decir una opinión probablemente poco popular: siempre está primero nuestra integridad emocional y no hay proyecto en el mundo que valga nuestra salud mental y el bienestar de las personas involucradas.

Este mandato capitalista que solemos tener sobre ser productives, sin importar nada más, suele hacernos meter la pata y cuando muchas veces creemos que hacemos un bien al seguir con nuestras actividades “como si nada pasara” y sin escucharnos, estamos construyendo nuestro activismo desde un lugar muy frágil. “Atarlo con alambre”, como decimos en Argentina, no es la solución, sobre todo si pensamos en la importancia del compromiso con la comunidad y el impacto de lo que estamos haciendo. Para serle útil a alguien más, primero tenemos que estar sanes.

Si además miramos todo esto con perspectiva de género, es bueno saber que en las dinámicas heterosexuales, las mujeres solemos vernos más perjudicadas a la hora de perder espacios en las organizaciones activistas, ya que por lo general sufrimos un prejuicio sobre cómo deberíamos transitar el desamor.

Red afectiva

Para lograr un bienestar emocional, es imprescindible que podamos empezar a construir vínculos basados en el afecto y no sólo en lo sexual. Eso es a lo que yo llamo red afectiva y que muchas veces me ha salvado del abismo. Cuando esa red es parte del tejido social  activista, todo es mucho más fácil porque hablamos el mismo idioma, esas personas entienden lo que pasamos, porque también lo viven, entienden de frustraciones y fracasos. El amor colectivo siempre nos salva.

Hoy me encuentro nuevamente amando, pero esta vez el aprendizaje me lleva a hacerlo explorando formas más libres de amor, sin apego y sin perder la individualidad de cada une, con una red afectiva vasta y apoyada en la sororidad por sobre todas las cosas. Amar bien es necesario para construir una ciudadanía de la misma forma, con responsabilidad afectiva con quienes hacemos equipo, sin perder la ternura, el amor y el cuidado que queremos replicar en nuestras ciudades.

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Etiquetas: Last modified: agosto 25, 2020
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