Tomás Echiburú Altamirano
Arquitecto – Magíster en Arquitectura del Paisaje PUC
Concejal por Providencia – Revolución Democrática
Uno de los mayores desafíos para un Estado contemporáneo es adaptarse a modelos de democracia participativa, donde los distintos actores de la sociedad confluyen y se integran en un modelo de desarrollo cuya matriz es colaborativa, horizontal y menos jerárquica. En el contexto local, nuestro aparato político sólo ha logrado incorporar la idea de participación como un mero trámite para obtener la validación ciudadana ante una iniciativa gubernamental o privada. Las movilizaciones sociales de los últimos años –relacionadas a la educación, salud o sistema previsional- han tendido a correr progresivamente los límites de lo posible y presionar para que el Estado incorpore otros actores en la mesa. En materia urbana esto es, todavía, casi inexistente.
El año 2011, en pleno apogeo de las movilizaciones sociales, junto a un grupo de ciclistas convocamos a un paseo por el interior del cauce, para hacer un video y promocionar la idea de que el río podía recuperarse como un espacio público, no navegable -como entonces prometía Sebastián Piñera-: nuestra tesis inicial era que solo bastaba con ‘abrirlo’ para que la gente se lo apropiara. Ese día inauguramos un proceso de reconquista urbana, sustentado por los propios ciudadanos. Así nos hicimos parte de una causa que fue creciendo de forma orgánica con el tiempo; además de testear el interés que despertaba la idea, queríamos mostrarles a las autoridades que las personas organizadas pueden pasar de la protesta a la propuesta y hacerse cargo de reclamar sus espacios públicos y cambiar la forma en que vivimos la ciudad. Cinco años después, un colectivo de organizaciones sociales, a esas alturas mucho más empoderado, ingresa en bicicleta a la Moneda para escuchar el anuncio de la presidenta Bachelet: impulsar el Mapocho Pedaleable como un espacio público consolidado.
Lo que se originó en un contexto académico como contrapropuesta a la que circulaba en los medios de comunicación, en un lugar hasta entonces vacante y carente de interés público, logró germinar en los movimientos sociales e instalarse estratégicamente hasta ganar suficiente fuerza y visibilidad para avanzar de abajo hacia arriba; primero organizaciones ciudadanas, luego los gobiernos locales, más adelante el gobierno regional, hasta escalar al máximo nivel del Estado. El Mapocho Pedaleable es, antes que todo, un proceso que invita a pensar formas alternativas de hacer ciudad, donde los ciudadanos son protagonistas y pueden influir en la inversión pública. En ese sentido, este caso debe servir de escuela; aprender de sus dificultades y conflictos, los actores involucrados, las alianzas y estrategias utilizadas, puede ofrecer un panorama que sirva, tanto de de guía como de aliento, para nuevos actores sociales que se propongan transformar su ciudad.