Por Valentina Pineda, geógrafa, ecofeminista e integrante de Ciudad Feminista.
Ayer viernes 30 de octubre, a las 8:30 de la mañana, un conductor de un bus del transporte público arrolló a un ciclista que circulaba por la ciclovía de Santa Isabel en dirección al oriente.
Como ciclistas estamos consternades. El dolor de perder a un compañero o compañera asesinados por vehículos motorizados se ha transformado en un peligro que, además de cotidiano, ha aumentado a causa de la imprudencia de los conductores, el exceso de velocidad y la nula fiscalización de Carabineros.
Las calles son de todas y todos, también de las y los ciclistas, pero han sido copadas por los automóviles. Esto es injusto, es violento y cada día pone en riesgo nuestras vidas. Andar en bicicleta en la ciudad se ha transformado en una batalla constante, en la cual seguir vivos parece una hazaña, y no haber tenido siniestros una suerte de la cual no todos han podido gozar.
Esto no puede seguir así. No queremos más ciclistas muertxs. No queremos que movilizarnos en bicicleta sea sinónimo de riesgo a causa de irresponsabilidades políticas e institucionales. La calle no es sinónimo de calzada y, hoy por hoy, prácticamente toda la calle está conferida a vehículos privados que en la calle son armas para nosotros, considerando que sólo el año 2020, más de 85 ciclistas han perdido la vida en accidentes viales y sólo hasta el mes de septiembre.
No podemos aspirar a que la bicicleta sea un medio de transporte seguro cuando nuestros cuerpos están en peligro. No podemos hablar de derecho a la ciudad, si no todas las personas tenemos los mismos derechos a ocupar el espacio que nos corresponde, que merecemos y necesitamos. No podemos hablar de incomodidades o de que ciclistas manejan bien o mal, si ni siquiera tenemos un espacio seguro por donde transitar.
Seguimos siendo sujetos/as residuales porque nos relegaron a un costado, mientras los automóviles no respetan el metro y medio determinado por ley, ni tampoco las velocidades establecidas a pesar de que siguen siendo altas. Un automóvil no debería poder transitar a más de 40 km/h en espacios urbanos porque es un arma letal para las personas que habitamos la ciudad. Y pese a que la Nueva Ley de Convivencia Vial redujo el máximo urbano a 50 km/h, nadie lo fiscaliza ni sanciona.
No podemos hablar de convivencia vial cuando para nosotres es pura resistencia en uno de los más hostiles escenarios: la calzada misma, junto a máquinas tremendas que, además de ocupar prácticamente todo el espacio, pueden asesinarnos con el más mínimo descuido y error. Y no podemos hablar ni aspirar a una ciudad sostenible, sin la intención de dar vuelta la actual pirámide de movilidad que coloca en el centro a los vehículos motorizados privados y NO A LAS PERSONAS. Seguimos creando ciudades para los autos en desmedro de la vida de la gente, pese a que se ha demostrado las consecuencias que esto trae para el medioambiente y la salud física y mental de todes.
Si bien no se trata sólo de exigir ciclovías, LAS DEMANDAMOS Y NECESITAMOS. Pero tenemos un Estado absolutamente irresponsable que, además de promesas incumplidas sobre cientos de kilómetros de ciclovías que no existen en ninguna parte, no hay ningún criterio de calidad cuando éstas se construyen, dejando espacio al libre albedrío entre municipios que permiten la desconexión absoluta entre ellas.
También necesitamos una Ley de Convivencia Vial que nos cuide y que tenga la real intención de que quienes convivamos, seamos las personas y todas las posibilidades de movilidad; y que, por sobre todo, priorice la movilidad activa de peatones y ciclistas como la principal forma de transitar en nuestros territorios.
No fue el casco, no fue la luz: fue un ciclista movilizándose por la ciclovía establecida que fue arrollado y asesinado por un chofer que no lo vio. No se trata de individualizar, se trata de que esto es un problema estructural y por lo tanto sistemático, del cual ni las autoridades ni nadie se ha hecho cargo.
Las calles son nuestras y nadie será olvidado: no queremos más mártires ciclistas, QUEREMOS JUSTICIA Y CAMBIOS PROFUNDOS.