Por Natalia Bobadilla
Diego Espejo, un chileno que por amor, se fue a Holanda a vivir con su pareja, Marleen van Kalmthout, se enamoró de la cultura ciclista del país europeo. Así ambos hoy formaron su propio emprendimiento que trajeron a Chile.
Viajando por Ecuador en el año 2012, Diego Espejo (31), profesor de matemática oriundo de Tomé, Concepción, y surfista de corazón, conoció a Marleen van Kalmthout (30), econometrista holandesa que andaba recorriendo por seis meses América Latina. La amistad que ahí nació los llevó a seguir paseando juntos hasta consolidar una relación. “Nos conocimos y nos gustamos”, recuerda el chileno. Luego de un tiempo viajando, tuvieron que separarse para cada uno volver a sus países de origen, por lo que no les quedó otra que mantener una relación a distancia, donde solo se veían en visitas esporádicas que hacían. Pero, dos años después, el chileno decidió dejar su trabajo en una escuela básica e irse a vivir con ella a Ámsterdam y luego a La Haya.
Fue conociendo la realidad de Holanda que Diego comenzó a imaginar lo que sería su actual emprendimiento, Viva la fiets (esta última palabra significa bicicleta en holandés). “Me di cuenta que la bicicleta era todo y para todos. Me gustó ese concepto”, explica. Marleen, como buena holandesa, era fiel usuaria del pedaleo. Eso también aportó su cuota en el amor por el mundo del ciclismo que desarrolló el profesor chileno. “En mi país decimos que nacimos en la bici, desde que podemos caminar empezamos a andar en bici también. Se usa para ir a la escuela, para hacer compras, para ir al trabajo etc. Entonces yo sí lo introduje la bici, pero Diego se enamoró de la bici más por la cultura en Holanda que por mí”, acota ella.
En el pedaleo diario, el chileno se dio cuenta de un fenómeno muy frecuente en las calles del país europeo, el que le sirvió de inspiración para lo que sería su emprendimiento. “Me construí mi primera bici estando allá. La encontré en la calle botada. La tomé, le compré algunas piezas y la restauré. Así nació la idea de hacer algo porque allá había muchas bicis botadas y yo podía reciclarlas”, cuenta sobre el nacimiento de Viva la fiets (http://www.vivalafiets.com). “Cuando veía bicicletas botadas, les dejaba una nota que decía algo así como: si esta bicicleta no la usas dentro de cinco semanas, la voy a tomar y me la voy a llevar. Si estás de acuerdo, deja este papel”, detalla sobre su método de recolección. Luego, tras hacer unos cursos de mecánica, decidió crear una página web donde la gente podía contactarse para donarle sus bicicletas y él las iba a buscar.
“Cuando junté muchas, empecé a investigar cómo era la exportación a Chile, porque quería volver y traérmelas. Era algo difícil de concretar porque todas las bicis tienen un código que registra la información de su procedencia y la policía podía revisarlas si las sacaba del país. Si eso pasaba, no podría enviarlas”, recuerda Diego. Por eso se dio el trabajo de revisar que ninguna estuviera en el registro de robos que existe en Holanda. Luego de ese trámite y de comprar más bicis, trajo a Chile un container con, en total, 250 modelos.
La pareja llegó al país y se radicó en Viña del Mar. Y desde noviembre, ambos trabajan por hacer crecer a Viva la fiets, con una variedad de servicios que hoy tienen disponibles. Por un lado, está la venta online de onderas bicicletas holandesas -con la opción de personalizar modelos al gusto del cliente- cuyos precios parten desde los 150 mil pesos. Además ofrecen arriendos de modelos para hombres y mujeres, por 7 mil pesos (bicicleta sin cambios) y 8 mil pesos (con cambios) las 8 horas. Y también con gran éxito siguen realizando distintos tours pedaleables por Viña, Concón y Valparaíso.
-¿Fue muy difícil entrar en el mercado chileno? ¿Cuál fue la recepción?
-Diego: Cuando llegamos, solo vendíamos bicicletas online. Pero no sé por qué, acá no prendió tanto como pensábamos, la realidad chilena es distinta. Entonces nos dimos cuenta que necesitábamos que nos conocieran más, meter ruido. Así que se nos ocurrió comenzar a hacer tours gratuitos en Viña del Mar y Valparaíso, solo como publicidad. Teníamos las bicis en la calle y la gente se acercaba porque las encontraban bonitas y les llamaban la atención. Y como nos fue bien, comenzamos a ofrecer también los tours como un servicio más.
-¿Qué diferencia a Viva la fiets de otros negocios del mundo cletero?
-Marleen: Yo creo que hay algunos aspectos que hacen único Viva la Fiets: las bicis vienen de Holanda, son de buena calidad y de harta onda. Son bicis que no están acá en Chile. Cuándo yo ando en mi bici por Viña, todo el mundo mira la bici, es algo nuevo. Lo otro es que me gusta el motivo de la empresa. No se trata de hacerse millonario con un negocio, sino de introducirles a los chilenos el mundo de la bici, la conveniencia, la libertad, hacer ejercicio sin darse cuenta, etc.