“Giros y remolinos” un emprendimiento sobre un triciclo que, mientras Natalia pedalea hace fluir a una sociedad ensimismada. La vida cambia todos los días para la dueña de este dulce proyecto. El sabor, la calidad, las flores y la música de esta dulcería rodante y underground que entrega a sus clientes la hacen disfrutar, sorprender y fluir junto a los fanáticos de los dulces sanos. Aquí la historia de un emprendimiento novedoso lleno de colores y sabores.
Por Claudia Molina B.
Por Santiago recorre un triciclo cuya dueña pedalea por la ciudad, estaciona en alguna esquina que nadie ve, pero existe y es ella quien se preocupa de hacer de espacios casi invisibles en un lugar habitable y amigable. Este triciclo es su emprendimiento y cuenta con una mesa, techo, adornos y música que invitan a acercarse y disfrutar de los mejores dulces de la ciudad. Tal como lee, dulces para golosos, pero no se trata de cualquier dulce. La producción de Natalia “Giros”, así le gusta que la llamen, es realmente especial, son dulces sanos, naturales y que se caracterizan por su elaboración, pues utiliza sólo los mejores ingredientes y todos son exclusivamente seleccionados para el consumo vegetariano y vegano.
El proyecto de Natalia “Giros” ya hecho realidad, nace de la necesidad económica a la que se enfrentó a la cesantía. Natalia estudió en la Universidad de Chile diseño teatral (2010) y mientras cursaba sus años comenzó a trabajar en algunos teatros importantes de Santiago, como en teatro La Aurora e Ictus. Egresó en el 2010 y continuó trabajando, siempre tras bambalinas, en ocasiones ayudaba a su hermana en las cafeterías que se encontraban en estos consagrados espacios de arte teatral. Sin embargo, llegó el desempleo y no sabía qué hacer. “Sólo contaba con 9 mil pesos y pensé, si gasto este dinero en comer hoy y mañana ya no tendré nada, pero si los invierto en algo y vendo, tendré algo más que 9 mil pesos, así es que los invertí”. Natalia decidió tomar su bicicleta y adosarle un carro construido con una mesa a la que le puso ruedas y un techo. Comenzó a pedalear por Santiago para ofrecer colaciones saludables. Su primera estación fue en la esquina del Colegio de Profesores de Chile A.G, ahí vendía comida full fitness, sándwich de pan integral de pesto. “Me decían la niña de los sándwich bacanes, pero raros” ríe mientras recuerda. También preparaba jugos desintoxicantes y todo con una presentación de buen nivel. Pero, se dio cuenta que necesitaba mejor movilidad y optó por juntar dinero para comprar un triciclo y adaptarlo, trabajó duro durante un par de meses y reunió lo que necesitaba para comprar su nuevo medio de transporte. Hoy luce feliz con su triciclo vintage perfectamente decorado.

De la esclavitud a la perfecta libertad
El nuevo trabajo le encantó y decidió seguir perfeccionándose, pero, a la vez, se dio cuenta que vender sándwich era demasiado esclavizante “Comenzó a afectar mi salud por el esfuerzo diario de hacer el pan y buscar los sabores que quería ofrecer y la idea es disfrutar con lo que hago”, señala. Por este motivo es que decidió darle un nuevo giro a su propuesta y comenzó a elaborar dulces naturales, por ejemplo, barritas de avena y cacao; alfajores de higo, maní y garbanzos o también rellenos de zapallo, naranja y maní. “Para mí este es el refugio no culposo” porque mis dulces no tienen edulcorantes, preservantes, nada de eso, ocupo solo alimentos y frutos naturales en mis preparaciones”, señala orgullosa.

¿Cómo ha cambiado tu vida pedaleando un triciclo?
-La vida, para mí, cambia diariamente. Todos los días son distintos, ya sea por el clima, los colores, las flores, los aromas, etc., puedo ver lo que muchos no ven, por ejemplo, calles o esquinas solitarias, abandonadas prácticamente y yo ahí me estaciono y cambia todo, porque la música llena ese espacio. Me gusta fluir como la vida, y yo giro al ritmo de la tierra. Ya no me estreso, no me siento esclavizada con mi trabajo, vivo bien y me siento sana. Me cambia la vida cuando me subo a mi triciclo.
¿Sientes que eso lo proyectas, que invitas a la gente a vivir más light, más relajada?
-Creo que sí. Busco entregarles productos de calidad, pero, también, entrego alegría y un cambio de la mirada de las cosas cotidianas. La gente al ver mi dulcería rodante se detiene, conversa, pregunta y la vida comienza a fluir de una manera extraordinaria. Giramos al ritmo en que gira la tierra y esa sensación es espectacular, creo que ese es el mayor valor de mi dulcería rodante.
¿Crees que es solo la onda vintage es la que acerca a tu público o hay más cosas que lo permiten?
-Mi triciclo es absolutamente vintage, los colores o los productos que vendo, mis dulces principalmente y, ahora los frascos que utilizo. Eso marca una gran diferencia en relación con cualquier otro puesto de venta que vean en Santiago. Pero, además, de los colores llamativos, otra característica de “Giros y remolinos” es la música que siempre nos acompaña. Qué sensación se puede tener al saborear un dulce sano, escuchar tangos, por ejemplo, porque la música también cambia de acuerdo con cómo se siente el día. Puede ser tango, vals, Elvis Presley, etc., y mientras escuchas música, saboreas un alfajor o bebes una infusión de hierbas naturales, nada de bolsitas, hace que mires la vida de otra manera, sientas distinto y logres conectarte con las cosas más simples que tenemos a mano y no han sido apreciadas o valoradas con justicia.
¿Cuál es tu mejor slogan para la dulcería underground rondate?
-El mejor slogan y con el que más me identifico es “Giro y Remolinos, dale un giro a tu vida”. Yo creo que me representa mucho porque con este emprendimiento yo tuve que darle un giro a mi vida, es un constante girar que me hace sentir libre. Además, veo como disfrutan mis clientes que se van convirtiendo en personas cercanas, no extrañas y eso humaniza mucho sobre todo en un país ensimismado.
¿Tienes más proyectos como este?
-Quiero llegar a ser como la panadería San Camilo, pero de los dulces, ese es mi sueño y gran desafío, pero el triciclo no va a desaparecer, seguiré pedaleando por la vida, girando.
¿Sientes que trasciendes a otros tipos del mercado aunque sean del mismo rubro?
-Efectivamente. Yo siento que trasciendo de la lechuga y el pan, trasciendo al significado de cambiarnos la vida y al mercado, aunque este es siempre cruel.
¿En qué sentido el mercado es cruel con tu emprendimiento?
-En los precios, por ejemplo, ahí es muy cruel, porque tengo que competir con la venta de dulces cuyo precio va de los 200 pesos a los 500. Mis productos llegan a los $1.200 pesos, pero, es la calidad y todo lo extra que tengo invertido en mi negocio lo que hace una competencia que es desleal, pero, yo tengo claro lo que quiero para mi vida y lo que deseo ofrecerle a la gente y, también, destaco la armonía y cariño que fluye al ir elaborando cada uno de mis productos. No soy una empresa con producción en cadena, soy especial, distinta y, como me han dicho muchas veces, rara. Me gusta eso.

Creatividad y energía limpia
Giros y Remolinos ha aplicado desde el primer día conceptos que, en ese tiempo, se consideraban emergentes, por ejemplo, la economía limpia y circular, desde ese punto de vista, indica Natalia, que “la idea es ser consciente con el medio ambiente, generosos con la alimentación sin necesidad de privarse de los gustos, por eso es por lo que mi dulcería underground rodante, se ha convertido en un refugio sin culpas y eso me encanta”.
En efecto, ver un triciclo estilo vintage cargado de colores, aromas, abriendo un mercado sano y divertido como son los dulces, las golosinas, pero, sin dejar de lado la parte humana, la sensibilidad y ver cómo cambian las caras de sus clientes al saborear o al escuchar tango en vivo, cuando un gran amigo de Natalia la acompaña y comienza con la jornada de “Chocolates y tangos”, por ejemplo, es imposible no destacar los diversos valores que esta mujer ha desarrollado y comparte su experiencia de vida con sus clientes, esto es lo que hace que su emprendimiento se convierta, a la vez, en un círculo virtuoso.
Ahora, mientras saboreo un alfajor de higo, maní y garbanzos, la miro, veo a la gente que se acerca a comprar, que escuchan la música y conversan. Emprendo mi camino de regreso escuchando en mi cabeza solamente, la canción de Fito Páez “Todos yiran y yiran, todos bajo el sol, se proyecta la vida…” mi camino se convierte en un sendero de felicidad y vuelvo a creer en las personas.
Ahora ya saben, a Natalia Giros, la pueden encontrar estacionada en el corazón de la plaza Brasil, en pleno barrio universitario (República con Sazié), también pueden seguirla por Instagram @girosyremolinos