Por Nicolás Celis Valderrama, historiador y ciclista
Marc Augé (Francia, 1935) es un destacado antropólogo marxista, quien ha desarrollado su profusa obra utilizando principalmente la etnología como herramienta metodológica. En el 2008 escribió un ensayo que tituló Éloge de la bicyclette. La editorial Gedisa en el año 2009 realizó una excelente traducción al español de aquella obra que tituló El elogio de la Bicicleta; texto que reseñaremos brevemente en esta tribuna.
El primer pedaleo constituye la adquisición de una nueva autonomía, es la escapada, la libertad palpable, el movimiento en la punta de los dedos del pie, cuando la máquina responde al deseo del cuerpo e incluso casi se le adelantan. En unos pocos segundos el horizonte limitado se libera, el paisaje se mueve. Estoy en otra parte, soy otro y sin embargo soy más yo mismo que nunca; soy ese nuevo yo que descubro. (p. 39)
Según Marc Augé nadie podría hacer un elogio de la bicicleta sin recurrir a la propia experiencia. Gracias a la bicicleta es posible descubrir en parte nuestro propio cuerpo, sus límites, posibilidades y memorias, asociados a la experimentación de la libertad a la cual está indisolublemente ligada. Sin embargo, la bicicleta no sólo rememora experiencias individuales, sino que también colectivas; evoca momentos de nuestras propias vidas, pero también épocas que se comparten con millones de otros y otras. Mientras se pedalea no hay mucha conversación entre ciclistas, pero hay un lenguaje que es capaz de tejer comunidad. Arriba de la bicicleta se piensa en todo, pero a la vez en nada. Para Augé, así, el mito de antaño, adquiere las tonalidades del recuerdo. No obstante, si volvemos nuestra mirada hacia el futuro, el mito se reviste con los colores de la utopía.
Hay que dar a la bicicleta el crédito de la reinserción del ciclista en su individualidad propia, pero también la reinvención de vínculos sociales amables, livianos, eventualmente efímeros, pero siempre portadores de cierta felicidad de vivir (p. 46)
Este libro transcurre en tres momentos: es una reflexión desde el recuerdo, el mito y la utopía en torno a la bicicleta, tanto como extensión del cuerpo humano, como también de la ciudad. Aunque las dimensiones míticas y heroicas han sufrido algunos reveses derivados de su vinculación con el deporte profesional y el doping, la bicicleta –impulsada por las nuevas políticas de la ciudad− regresa con fuerza a los escenarios urbanos y su imagen es objeto de un renovado entusiasmo popular, como atestiguan los ejemplos de Ámsterdam, París y Barcelona.
Para Marc Auge, la bicicleta encarna una bella utopía, una promesa de felicidad. Podemos soñar y proyectar a grandes rasgos una ciudad utópica del futuro en donde la bicicleta y el transporte público sean los únicos medios de desplazamiento. Incluso imaginar un planeta en el que las propuestas de los ciclistas dobleguen el poder político y en donde reinen la paz, la igualdad y el aire puro. Porque en su humildad, la bicicleta nos enseña, ante todo, a estar en armonía con el tiempo y el espacio. A la bicicleta no se le puede mentir ni hacer trampa. Nos hace redescubrir el principio de realidad en un mundo invadido por la ficción y las imágenes. En ciudades pensadas desde y para el motor, la velocidad y el individualismo, la bicicleta nos invita a la tracción corporal, a la ligereza y a la comunidad. Para el autor, el ciclismo es una forma de practicar el humanismo que abre con renacidos bríos las puertas de la utopía y de un futuro más esperanzador: el símbolo de un futuro ecológico para la ciudad del mañana y de un proyecto urbano que tal vez podría reconciliar a la sociedad y a la ciudad consigo misma.
La bicicleta, símbolo de una clase obrera ya desaparecida, de desafíos deportivos que hoy no tienen equivalentes y de una vida urbana soñada, ¿no corre el riesgo, en la realidad concreta del mundo globalizado, de convertirse en el instrumento fantasmático de la negación, en el pretexto de una vida social sometida únicamente a los imperativos del consumo, en una palabra, en la última ilusión? (p. 52)
El libro tiene un formato muy cómodo de leer, está escrito en un lenguaje ameno y sencillo. El autor tuvo la capacidad de transitar ágilmente, gracias al formato de ensayo, por episodios de su vida contextualizada en procesos y momentos históricos fáciles de reconocer y vinculados a su historia personal con la bicicleta y del ciclismo en Europa. Es un libro que permite cerrar un círculo epistemológico sensible: posibilita explorar entre el saber de otro u otra y la propia experiencia con la bicicleta y acercarnos a subjetividades individuales y colectivas que cierra armónicamente las posibilidades de una lectura imprescindible para quienes la bicicleta es la extensión de nuestros cuerpos.