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El milagro de la bicicleta

“Andar en bici es caminar en el aire y volar con los pies en esta vida”

Edgar Borges

 

Por Anamareto

 

En el 2009 viví en Auckland, Nueva Zelanda un país ecologista y realmente preocupados por el cuidado del medio ambiente. Durante los 10 meses que viví allí, veía todos los días llegar a sus oficinas a mujeres y hombres en bici mientras yo viajaba en bus. Creo que esa imagen hizo clic en mi cerebro y fue lo que hizo que en el 2010, en un día sin carro en Medellín, me aventurará a rescatar una bicicleta que estaba abandonada en un parqueadero.

 

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Recuerdo que fui feliz ese día rodando por todas las calles, dando vueltas por ahí sin rumbo y disfrutando la ciudad, aún no sabía lo que me esperaba: “el milagro de la bicicleta”[1] Semanas después, decidí que lo mío era ser ciclista urbana y me di uno de los mejores regalos de cumpleaños; una linda paletera color magenta a quien llame María Antonia.

Cada día era un desafío, como quien se enfrenta a una selva sin saber que peligros va a encontrar en el camino pero que aun así, no le importa y sigue avanzando. De a poco fui adquiriendo destreza para transitar con facilidad entre los carros, creé nuevas rutas en las que no tuviera que encontrarme con más vehículos y aprendí lo más difícil: cruzar una glorieta sin tener que bajarme de la bicicleta.

 

Bajo la mirada atónita de mi madre; quien guardaba la esperanza que yo dejara la bicicleta y volviera a transportarme en servicio público como cualquier mujer “normal”, comencé a rodar todos los días en María Antonia para ir al trabajo, a la universidad, al centro comercial y a cualquier lugar donde ella pudiera llevarme, hasta que sin darme cuenta ella se volvió una extensión de mi.

 

Y es que durante todos estos años pedaleando con María Antonia, he recorrido la ciudad de norte a sur, he estado en lugares desconocidos y he hecho nuevos amigos, he sobrevivido a dos accidentes y a un cáncer.

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Recuerdo que mi primer accidente fue con un bus, el conductor no me vio pero yo a él sí. Trate de esquivar el vehículo, que salía de una estrecha calle hacía la avenida, pero fui alcanzada. Recuerdo ir volando, pegada firmemente del manubrio mientras gritaba “ay señor”. El aterrizaje fue doloroso pero lo fue más ver a María Antonia sin una llanta y partida en dos. Cosas de ciclistas que solo nosotros entenderemos. El reporte del médico fue: “pudo haber sido peor y no entiendo quien le dijo a usted señorita que esta ciudad está preparada para tener ciclistas por ahí”. Tres semanas después, reconstruí a María Antonia y volví a rodar.

 

Y es que el milagro de la bicicleta es precisamente caerse y aprender a levantarse, es enfrentar nuestros miedos, es sentirse vivo, es conectar con la ciudad, es ponerle nombre a la bici y hablarle como si fuera nuestra mejor confidente. Porque montar en bicicleta no es un deporte o una afición, es un nuevo estilo de vida.

 

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Mi nombre es Ana María y soy ciclista urbana desde el 2010. Me apasiona la fotografía, viajar, leer y las bicicletas, en especial María Antonia (mi bici). Como el mundo ya tenía suficientes Ana Marías, decidí llamarme “Anamareto” que es la unión de las primeras silabas de mis nombres y apellidos. Soy amiga de los ciclistas, de los que no tanto, de los coleccionistas de ruedas y de los que sienten pasión por lo que hacen. Bienvenidos pues, a mi mundo bicicletero. www.anamareto.com

[1] Marc Augé, Elogio de la bicicleta.

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Etiquetas: Last modified: diciembre 5, 2016
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