Written by 9:05 am Editorial

La bicicleta para enfrentar la vida

Por Juan Pablo Bejarano Pérez,

Politólogo, Co-fundador Fundación Tortuga. Desde Bogotá, Colombia.

 

Uno de los momentos más decisivos cuando trabajamos en una oficina puede consagrarse en saber qué hacer cuando no estamos en ella,  qué hacer en ese valioso tiempo y cómo encontrar la felicidad en medio de una carrera con la vida que a cada paso nos otorga una nueva responsabilidad.

Luego del trabajo salgo en mi bicicleta para regresar a casa, con el objetivo de ahorrar tiempo y dinero sumado a poder pensar un poco. Pedalear se ha transformado en un ejercicio muy similar a meditar, es encontrar un espacio de reflexión en medio de la ciudad y el movimiento que permite recordar momentos de la vida y tomar decisiones con mayor tranquilidad.

Hablar de bicicletas puede remontarnos a la infancia, buenas épocas de raspones en las rodillas y la constante búsqueda del equilibrio sobre un par de ruedas, momentos de felicidad y frustración acompañados de familiares y amigos. En aquel entonces este caballito de acero no es concebido como un medio de  transporte, la bicicleta es un juguete, una compañera de aventuras que nos enseña a pararnos después de las caídas, a ganar confianza y romper los límites que, aún en la actualidad,  se pueden alimentar de nuestros miedos.

Aunque la infancia es una gran época, sin darnos cuenta,  con el tiempo dejamos de usar los juguetes, estos se dañan y llenos de polvo quedan en un espacio del hogar donde no estorban y la bicicleta no es la excepción. En mi caso, el agua y la falta de uso se encargaron de oxidar y envejecer mi primera bici alejándome de ella como un  lindo recuerdo de la infancia.

-Hoy entiendo por qué algunas personas cuando crecemos vivimos un despertar y retomamos el uso de

la bicicleta: ahora ya no es un juguete, es nuestro medio de transporte.-

Cuando vamos creciendo y tenemos que empezar a recorrer distancias más prolongadas en la ciudad, nos enfrentamos a los problemas de movilidad como el tráfico y el congestionamiento en el transporte público, nociones que de niño poco percibimos. Supongo que al igual que cuando vamos en el transporte público y leemos un libro o escuchamos música, en la infancia la creatividad e inocencia nos ayuda a no sentir el estrés que puede generar moverse en la ciudad.  

 

-En la universidad  vi en la bicicleta la opción de transportarme día a día, una completa experiencia de empoderamiento que aún en la actualidad cada vez que pedaleo nace el sentimiento y el deseo de gritar como una forma de expresar la autonomía y libertad que siento.-

En Bogotá, el uso diario de la bicicleta  suele realizarse en mayor cantidad por personas que vivimos en las periferias, y en  varios casos, personas que deben toman la decisión entre comprar los huevos y la leche para el desayuno o tener que pagar el  elevado costo de transportarse.  Este fue el punto para entender que existe un gran número de personas que necesitan una bicicleta, personas que no tienen el presupuesto para comprar una debido a que tienen que asumir necesidades más importantes.  Así mismo, vimos que la ciudad tiene un sinnúmero de bicicletas olvidadas y quietas en algún rincón de una casa o en la bodega de un conjunto de apartamentos que se encuentran en desuso y abandonadas por personas que en ocasiones ya no viven en esos lugares.

En ese punto optamos por construir el #Biciclaje, un programa de acceso gratuito y justo a bicicletas, que se logra a partir de la articulación de diversos grupos sociales que inicia con la donación de bicicletas o partes en desuso para luego ser reparadas por un equipo de voluntarios para entregarlas a estudiantes, trabajadores y nuevos emprendimientos, personas que con una bicicleta van a poder cambiar su estilo de vida.

Decidimos ver la bicicleta como una herramienta de cambio social, un medio para reducir las desigualdades y apostarle a construir con las demás iniciativas de la ciudad  una comunidad de biciusuarios empoderados a través de un caballito de acero, a entender que tenemos  cosas que no usamos en casa las cuales pueden cambiar  la vida de otras personas y que todos podemos dar un aporte por hacer una ciudad más inclusiva y eficiente.

Sin ganas de parar, decidimos soñar por entender que un grupo de personas se puede unir con una pasión para lograr cosas increíbles desde lo multidisciplinar y la autogestión. La apuesta en esta ocasión fue sobre la educación, en encontrar la forma de articular el trabajo de la bicicleta con espacios para la formación.

Soñando llegamos a construir el Bicinet, un centro de formación incluyente transportado en una bicicleta que ofrece acceso a las Tecnologías de Información y Comunicación –TIC- a partir de dispositivos tecnológicos. Con el aula buscamos recuperar el espacio público como un lugar de formación y reducir la brecha digital llegando al corazón de las comunidades, una brecha que hace parte de brechas sociales más grandes y trae como consecuencia la segregación social.  Con el Bicinet buscamos hacer varias actividades, una es la pedagogía de paz con cuentos infantiles, entendiendo que la cultura de paz que necesita Colombia nace desde las comunidades y se construye a través del desarrollo y la generación de oportunidades.

 

-BICINET es un aula de clases transportada a través de una bicicleta para conectar personas  con el uso de dispositivos tecnológicos e internet desde una propuesta de formación en espacios públicos como calles, parques y plazas-.

 

 

En la actualidad las cosas han cambiando, en el mundo de la bicicleta hay muchas personas que trabajan día a día y ofrecen nuevas visiones sobre su uso e implementación, un hermoso trabajo a partir desde las mismas comunidades  que puede generar una visión sobre los biciusuarios o ciclistas urbanos como una nueva ciudadanía que se replica en distintas latitudes del mundo.

Hoy seguimos escribiendo nuestros sueños, hemos cambiando el enfoque de trabajo y estamos circulando lo que hacemos. Un aporte al proceso que nos sigue manteniendo en pie para seguir proponiendo y conociendo a otros soñadores.  Aunque el camino nos muestra que tenemos responsabilidades que no se pueden evadir y  el proceso aún no es sostenible financieramente, en Tortuga vemos la posibilidad de hacer un proyecto de vida que supera el individualismo y la competencia.

 Hemos encontrado que la diferencia con las personas que sólo se sientan en una oficina a trabajar, para otros nace en cómo usamos nuestro tiempo y cómo nos organizamos para poder soñar y algún día dedicarnos por completo a este proceso. Para nadie es un secreto que no hay nada más cómodo, y frustrante en ocasiones, como un trabajo en el cual sabemos que luego de las 5 de la tarde no tenemos que volver a pensar, no volver a exigirnos.  Nuestra tarea como soñadores no puede desistir,  tenemos que demostrarnos a nosotros y a los demás que sí se puede y que la constancia puede ser la fórmula para llegar a tener algo propio articulado con las pasiones que vamos adquiriendo en el lindo camino de la vida.

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Etiquetas: Last modified: junio 4, 2018
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